Lo natural hubiese sido que Julio Mendoza Mejía hubiese enseñado a tocar acordeón a su hijo ‘Colacho’ Mendoza Daza (1936–2003), porque Julio fue acordeonero y hasta arreglaba acordeones; pero no fue así, esas son las paradojas de la vida.
‘Colacho’ aprendió a tocar acordeón de manos de Federico Salas Lúquez, primo hermano de ‘Toño’ Salas. Hablé con Federico en su residencia de Valledupar, en donde vive con su mujer Rosa Dolores Blanco, bisnieta de ‘La Vieja’ Gabriela, sus hijos: Noris, Rafael, Numidia, Jairo, Margelis, Abieser y Rubén.
Es un extraordinario hombre, nacido en La Jagua del Pilar (La Guajira) el 18 julio de 1929. Con 85 años tiene una memoria prodigiosa y una gran frescura en sus narraciones que hacen vibrar de entusiasmo y de atención a cualquier terrenal que converse con él.
Fue acordeonero, cantante y compositor. Familiar entrañable de Simón Salas Núñez (con quién hablé hace un mes), el sobrino peleador de la mítica ‘Vieja Sara’, abuela de los hermanos Zuleta.
Federico es hijo de María Salas y Rafael Luquez Durán (de Villanueva), pero se crío en la Sierra de Villanueva.
Federico recuerda que visitaba mucho donde Julio Mendoza, quien le vendió un acordeoncito que tenía cambio de notas, de sonidos, que llamaban “tornillo de máquina”. Se lo vendió por 20 pesos, y aprendió a tocar con ese acordeón. El recuerda que ‘Colacho’ era más chiquito que él y cada vez que iba a su casa le decía que le enseñara a tocar. Federico le ponía sus dedos sobre los dedos de él y le marcaba los pitos, los bajos, y así aprendió.
Para esa época Federico tenía amores con Rosa Mendoza (fallecida), hermana de ‘Colacho’ y tuvo una hija con ella: Aracely.
Después Federico fue cantante de ‘Colacho’. Se decían compadre.
En esas andanzas, un día fueron al Club Valledupar, con Rodolfo Castilla, de mañanita, con un socio del club, pero no los dejaron entrar porque era denigrante para el Club Valledupar dejar entrar músicos. Fueron a Villanueva y daban serenatas, parrandeaban en La Jagua y en esos pueblos, pero no ganaban plata.
Federico recuerda muchas anécdotas y tiene muchas canciones inéditas: Tuvo una novia cachaca que se llamaba Alejandrina Ardila. Una vez ella le dijo que se iba a ir con él, por eso le dijo al papá que se la iba a llevar para la finca, pero lo regañó, le dijo que esperara que llegara una plática a la casa para darle algo.
Ante la respuesta de su papá., Federico le contó a su novia y ella se fue a visitar a su familia en Santander. Prometió regresar. Pusieron como plazo el 26 de julio y quedaron en encontrarse en La Paz.
Ese día madrugó y se fui a esperarla pero no llegó:
“Llegó de julio el 26 tardío / que tan desesperado la esperaba /
pensando que ese día se entrelazaba / el nombre de Alejita con el mío.
Salí de Villanueva tempranito / a esperar a Alejita allá en La Paz / pero ella nunca quiso regresá / y se quedó muy triste Federico”.
No la volvió a ver más nunca.
Después supo por un amigo que había muerto en un accidente en Convención.
Hasta la próxima semana.