En mi niñez observaba con entusiasmo las fiestas de carnaval que tenían epicentro en la KZ Brower, organizada por Víctor Cohen Salazar, y por personajes de importancia social quienes para esos días se animaban de tal manera que le dedicaban todos los sábados de los meses de enero y febrero a gozar de la alegría carnestoléndica.
En la memoria de los vallenatos perduran los nombres de Oscarito Pupo, Evaristo Gutiérrez, Efraín Lacera, Alfredo Jácome, Marcelo Calderón, Delio Cotes y Rafael Puche, protagonistas de los precarnavales que llegaron a competir con los de Barranquilla.
Amigos como Sanín Murcia quien encendía motores rodando por Valledupar enmaicenao en su camioneta verde causando sensación en los transeúntes por la peculiar posición del timón de su automotor. No se quedaban atrás del entusiasmo de esas fiestas: Aníbal Martínez Zuleta, Bore Luque, Carlitos Espeleta, Jaime Olivella Celedón, Lucho Orozco, Álvaro Castro, quienes desde la Ciudad de los Santos Reyes hacían honores a la fiesta más antigua de la humanidad y festejada en Valledupar desde 1906.
Recordemos las fiestas de carnaval de la KZ Antioqueño, Cali Bella, Tropicana Club, Río Luna y la de los clubes Campestre y Valledupar. Hace más de 50 años los bailes eran amenizadas a ritmo de Piko y los asistentes se divertían a punta de maicena, en esa época eran famosas las KZ Tumba La Caña, la Cañaguantera, los Tamarindos, Lucero Espiritual, Josefa Matias y a Pata Pelá.
Bailes populares que encendían el jolgorio en donde los viejos querían ser jóvenes y las jóvenes quieren disfrutar de la experiencia y madurez del hombre en su adultez. Ellas se divertían con los viejos y a la vez le entregaban su sensualidad y espíritu juvenil, ellos disfrutaban de su colágeno a cambio de la entrega de unos cuantos centavititos.
En víspera de los carnavales de 1960, la tradición de los bailes se centraba en la usanza del capuchón, hombres y mujeres se disfrazaban y gozaban de la fiesta aun desconociendo con quien bailaban. En esa ocasión, Pedro Castro Trespalacios, odontólogo de profesión, saliendo del baño del Café la Bolsa detuvo el paso y se posicionó detrás de una puerta para escuchar una conversación entre una distinguida dama de la ciudad y su primo Pedro Castro. El senador Castro Monsalvo era un hombre opuesto, rubio de ojos claros e inteligente, era el líder liberal de la comarca, pero con una contextura física parecida al de su primo Castro Trespalacios.
El diálogo entre la dama y el senador se centró en una cita de amor que tendría ocasión en el solar donde funcionó almacenes Ley. Castro Trespalacios, avispado y zorro viejo en asuntos de mujeres, se adelantó a la cita y sacó del baile a la atractiva señorita.
Entre oscuro y claro el encuentro de amor cosechó sus frutos, ella se entregó a los brazos de quien pensaba era su pretendiente, dando prosperidad de éxito a la astucia mental del odontólogo.
Al día siguiente, Pedro Castro Monsalvo inquieto e imaginando que la distinguida dama le había fallado, decide ir en su búsqueda a su lugar de trabajo, al increparla ella le responde: “¿Que te quedé mal? ¿Cómo así? Si todavía me duele”.
Pedro Norberto Castro Araújo