Hay un grupo de sesentones que hablan de la época del tapete azul, en los que incluyen, a Fernando Dangond Castro, Diego Ariza, Nito Castro, Nito Román, Arturo Gómez Pavajeau, Nenon Solano, Iván Villazón y qué sé yo a cuantos más.
Mi época obedece al grupo de cincuentones quienes en nuestro tiempo de estudiantes nos tocó la era del víper, tenerlo era un lujo, de los amigos de la época recuerdo a Carlos Adolfo Morón, Iván Brito, Pedro Pin Castro, Félix Gutiérrez, Evaristo Restrepo, Julio César Martínez, ‘El Chula’ Solano, José Rodolfo Castro, Rodolfo Molina y Quintín Quintero.
Junto con Jesús Manuel López, Poncho Araújo, Ponchito, Caco y Penchy Castro, éramos asiduos seguidores de Jorge Oñate, era la época de oro del Jilguero con Alvarito López, nosotros a cuánto fundingue había, acompañábamos al Ruiseñor del Cesar.
Jesús Manuel y yo éramos los encargados del transporte del artista, nos sobraba jovialidad y vitalidad. Asiduos de experiencia, nos encantaba que la agrupación fuese contratada por personalidades o empresarios de alto turmequé, así imagináramos que su fortuna viniera de dudosa procedencia, teníamos al día siguiente repertorio para contar.
En Bogotá acompañábamos a nuestro artista a los ‘mano a mano’ musicales con el Binomio de Oro, Los Zuleta y Diomedes. Jorge, tenía una particularidad, era muy celoso con sus colegas, en alguna oportunidad salió de mal genio con los organizadores de un evento “Prefestival Vallenato”. Inicialmente él estaba muy contento dado que iba a cerrar la velada musical, reía y gozaba del certamen, a la vez observaba que a los artistas invitados una vez en tarima llamaban a su mánager y le cancelaban lo acordado.
Oñate mascando chicle disfrutaba de la música interpretada por sus amigos y con su jocosidad reía de las presentaciones de sus colegas.
Añadía a sus comentarios burlescos: “Ahora que me monte en tarima van a ver estos cachacos quién es el que manda en el vallenato, el papá de los cantantes, osea yo, Jorge Oñate”.
“Ese Rafael Orozco es puro Cha Cun Cha; Diomedes ya no canta igual, se vuelve puro pañuelo; Beto Zabaleta parece que arriara ganao y Zuleta es puro grito, en cambio el ruiseñor del Cesar es pura garganta alimentá con almojábana y miel de abejas”.
Al subirse a tarima observó que la multitud abandonaba el recinto y que además su mánager en la tercera canción le dijo al oído que le habían pagado incompleto. Ofuscado, cambió el semblante, colocándose colorado como el ají picante, en ese instante decidió parar el toque y ordenar a sus acompañantes abandonar el lugar.
A las 4 de la mañana, ya alejados del coliseo donde se realizó el certamen vallenato, ordenó entrar en un establecimiento donde vendían perros calientes, degustábamos de la comida chatarra, cuando observamos entrar al lugar a tres cachacos alicorados a burlarse de los costeños, dado que el equipo independiente Santa Fe había derrotado esa noche en el Nemesio Camacho El Campín al Junior de Barranquilla.
Oñate picao de culebra y aburrido porque no le habían pagado, sumado a la burlita de los cachacos, tomó el balde de la señora que trapeaba y le arrojó el agua sucia al primero. Cuando el segundo quiso reaccionar le clavó un derechazo en el caracol de la oreja y lo privó y al tercero que venía con toda le partió el palo de la escoba en la sien.
Ruiseñor nos alertó: “Ahora sí, Vamonó”. Eso es pa que sepan estos cachacos lo duro que muerde un maco pacífico. ¿Qué creían que se iban a burlá del Ruiseñor de América, del papá de los cantantes?”.
Por: PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO