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El cuento de Pedro: Celso Castro Castro

En sus 97 años de vida quiero realizar un sentido homenaje a mi tío Checho Castro, propietario de la cuerda de gallos finos más afamada de la región; junto con varios colegas idearon la creación del club gallístico Miguel Yanet. En dicho club durante décadas se han realizado centenares de concentraciones donde han acudido miembros de las más afamadas cuerdas de gallos del mundo y de la Nación.

Checho, a diferencia de su hermano Pepe Castro, se ha destacado por ser un hombre hogareño y dedicado sólo al amor de una mujer; el de su esposa Omaira.

La mayoría de los galleros por lo general aprovechan su visita a la gallera para echar su canita al aire; condición no homogénea; a diferencia de ellos, saben que Checho solo “prende en una sola cajeta”.

También conocen que aparte de los gallos, a Checho lo doblega la sazón de la cocina criolla. En alguna oportunidad varios colegas decidieron tener un detalle con su amigo, entre ellos, Epimenio Guevara, El Turco Yalil, Aquiles Aroca, El Negro Morón, Emiliano Vence, Elver Araújo, Alvarito Orozco y Darío Pavajeau y fue el de presentarle una linda mujer, físicamente hermosa y quien lo acompañaría mientras este estuviera en  las riñas. La dama coqueta, divina sin mayor esfuerzo, llamaba la atención de todos los presentes y por supuesto de su galán. 

Pasadas las horas de la noche y entrada la madrugada la chica continuaba sutilmente  seduciendo a su acompañante decidiendo de común acuerdo salirse de la gallera con la firme intención de tener un discreto encuentro de amor.

Checho, goloso, de buen comer y a la vez fatigado por el hambre, le propone a la señorita de que antes de emprender el ya conversado juego de amor le aceptara una invitación a comerse algo rápido en uno de los comederos abiertos a esas horas en la ciudad. Al arribar al lugar desciende rápidamente de su automotor y cortésmente con su mano izquierda hala de la manija para abrir la puerta del lado de su acompañante; con finura y elegancia extiende su brazo izquierdo para entrelazarlos dulcemente con el de la esbelta mujer, quien coqueteaba con escote y fino andar.

Mientras degustaban de una cerveza helada, Checho solicitó al mesero que a viva voz indicara el menú del restaurante; este sin dilación alguna complació a sus clientes con los platillos solicitados. De entradas, caribañolas y empanadas de carne y pollo acompañadas de agua de maíz, como sobremesa una deliciosa sopa de mondongo del cual repitió y de plato fuerte una punta gorda, acompañada de arinosa yuca, ensalada de tomate y cebolla y suero salado atollabuey. Al terminar, Checho decidió saborear a manera de postre dos vasos de peto caliente.

La esbelta mujer pícaramente observaba al feliz comensal y con palabras dulces continuaba con su sensual coqueteo. Al cancelar la cuenta abordan nuevamente el automotor en aras de terminar la noche con un feliz y apasionado encuentro de amor.

Ella advirtió que Checho se desplazaba en dirección equivocada al del sitio donde se había planeado minutos antes el furtivo y apasionado encuentro; al preguntarle el porqué desviaba  el rumbo; Checho le contesta: “Yo con esta hartura voy es pa mi casa y tú pa la tuya”.

Feliz cumpleaños Tío Checho.

Por: Pedro Norberto Castro Araújo 

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