X

El Cuco del vecindario

MISCELÁNEA


Por: Luis Augusto González Pimienta

El Cuco era un ser imaginario con el que los mayores asustaban a los niños desobedientes o indisciplinados. Cuando un chico no obedecía le anunciaban “ahí viene el Cuco”, y sin saber qué o quién era, por simple temor se comportaba. Nunca se supo si tenía forma humana o animal, pero su sola mención obraba el milagro de ajustar la conducta del menor.

En los días que corren se ha creado un nuevo Cuco: el presidente Chávez. Los políticos de todas las corrientes se valen de su nombre para prevenir al electorado y los periodistas hacen eco del anuncio y presagian guerra o paz dependiendo de quien sea el elegido para ocupar la Presidencia de Colombia. Nada raro si se consideran las palabras salidas de tono del caudillo venezolano.

Siento desilusionar a unos y otros con la teoría que voy a exponer y que se reduce a decir que el tal Cuco no espanta y que lo mejor que le ha podido pasar a Colombia, por ahora, es que Chávez se haya tomado en serio su revolución comunista. Porque, aclaro de entrada, el socialismo que predica no es sino un ropaje para llegar al comunismo, sólo que la palabra socialismo gusta, no asusta. Si hasta el conservador Misael Pastrana se engolosinó y por un tiempo hizo añadir el adjetivo social al partido de Ospina y Caro.

Me valgo del recuerdo de una conferencia que escuché cuando pequeño a un laico que vivió muchos años en China. Decía el conferencista que el comunismo tenía predeterminados tres puntos geográficos para tomarse a América Latina. El primer punto era Cuba, absolutamente necesario para mantener a raya a los gringos. Su palabra se hizo realidad desde el 8 de enero de 1959 cuando Castro entró triunfante a La Habana.

El segundo punto era Chile, y recuérdese la intentona con Salvador Allende a la cabeza, derrocado a sangre y fuego. Y el tercer punto era Colombia.

Antes de los años sesenta había en Colombia cuadrillas de bandoleros, de origen partidista, en donde sobresalían los alias Sangre Negra, Desquite, Tarzán, Pedro Brincos, Tirofijo y Efraín González. A partir de los sesenta ese bandolerismo se convirtió en guerrilla asistida desde Cuba, con dos corrientes bien marcadas: pro-Rusia y pro-China.

Han sido cincuenta años de luchas sin cuartel con avances y retrocesos. Cincuenta años infértiles pues el propósito de tomarse el poder cada día se ve más lejano, no sólo por la reacción del establecimiento, sino también por la pérdida ideológica de los sublevados. Hoy son otros sus intereses. La esterilidad del movimiento subversivo en Colombia, en la que el secuestro y otras atrocidades le han cerrado las puertas del éxito, hizo que el comunismo mirara otro horizonte. Y se fijó en Venezuela, en donde un militar que no tenía rumbo definido está siendo utilizado para sus fines políticos.

Por eso no es extraño que la guerrilla colombiana cruce la frontera y se abrigue en territorio venezolano. La ira de Chávez se desató cuando se puso de presente su conducta encubridora. Desde entonces lanza duros epítetos semanales contra nuestro Presidente y toda la clase política colombiana. Mata dos pájaros de un tiro: se desahoga y mantiene en alto la bandera de un nacionalismo que aún le rinde frutos. Pero el hecho de que el comunismo haya optado por trasladar su lucha al vecino país, es un tácito reconocimiento de su fracaso en Colombia, una de las tres puntas del pañuelo con la que pensaba cubrir a la América Hispana.

Lo siento por Venezuela –aunque nos sirva de alivio- y deseo que pronto se pueda quitar de encima al arbitrario de Chávez. Él podrá seguir insultando, pero de ahí no pasa, pues le teme al Cuco de los Estados Unidos, con el que asume una postura ambivalente de ofensas y venta simultánea de petróleo. El pobre, sólo los gringos le pueden comprar su riqueza natural.

Categories: Columnista
Luis_Augusto_Gonzalez: