El evento extraordinario que estamos viviendo, mucha gente lo ha tomado como si Dios nos estuviese castigando, y muy por el contrario, nos está ayudando, el mundo, la tierra que nos regaló y la cual ÉL dotó con unas condiciones y características excepcionales; tales, que tenemos de todo para vivir a todo dar sin que nada nos falte, en paz y armonía con la naturaleza y con nosotros mismos, que somos unos privilegiados dentro de la ‘Perfecta Creación’ de Dios, principalmente porque fuimos hechos a su imagen y semejanza.
Pero siendo su obra máxima, en realidad no estamos siendo justos, caritativavos. No todos hemos tenido en cuenta la magnitud del hermoso regalo que Dios nos dio: la vida y todo lo que ella encierra.
En mi humilde concepto, y como un hijo creyente, considero que todo esto es consecuencia de nuestro proceder. A lo largo de la historia y desde tiempos antiguos las Sagradas escrituras nos han explicado que Dios ha tomado cartas en el asunto cuando las cosas no están bien, y siempre con el fin de volver a poner las cosas en orden. Recordemos el episodio bíblico del diluvio universal, en donde Dios mandó a Noe y su familia a construir un arca gigante, y en ella de manera sobrenatural, fueron embarcandose parejas de animales de todas las especies y además se reunieron semillas y plantas de toda la flora, para que de esta manera se salvaran de la gran inundación que borró toda iniquidad de la faz de la tierra para renovar el mundo que estaba perdido de tanta maldad.
Noe creyó ciega y obendientemente en Dios, su fé lo salvó. De igual forma hoy nosotros debemos obedecer los designios de Dios, y en medio de esta situación difícil, mirar todas las cosas positivas que trae consigo, sí, así suene contradictorio para algunos, pero esto nos traerá muchas bendiciones después que pase.
Miremos que la tierra estaba enferma de tanto daño que le habíamos hecho con la contaminación. Habíamos acabado he invadido el espacio que le pertenecían a los bosques, selvas y montañas que son el hábitat de muchísimas especies, muchas de ellas ya extintas para siempre.
Estoy seguro, que en su momento aparecerán nuevamente animales que creíamos desaparecidos, los cuales deben estar bien escondidos en lugares recónditos, a dónde el hombre no llega.
Debemos comenzar ya a aplicar el cuidado sostenible de nuestro entorno, reciclar y evitar el consumo excesivo de artículos de plástico, no más caza ni consumo de especies en vía de extinción, no más talas, no más minería ilegal y sin control, no más contaminación de mares, ríos, bosques y selvas, ni uso de elementos que dañen la capa de ozono, no más quemas de bosques, no más desperdicio de agua, no más fábricacion de carbón de leña ni la leña misma. La humanidad en su afán de estar a la vanguardia en una sociedad de consumo, materialista y de capitalismo salvaje, una marcada diferencia entre quienes tienen mucho y quienes nada tienen, nos hemos convertidos en autómatas seres superfluos, egocéntricos, en donde valemos por lo que tenemos y no por quienes en realidad somos. Clósets llenos de ropa y calzado y gente descalza, alacenas y neveras repletas de comida y millones de seres humanos y animales también muriéndose de hambre y de sed; personas con muchísimas propiedades y joyas y autos costosos por doquier, jugamos a ser dioses, nos creemos los dueños absolutos de un mundo que es compartido por millones de seres vivos.
Pues creo que el coronavirus es nuestra primera advertencia para que reflexionemos, nos acerquemos más a nuestras familias y al resto de las personas, para que reconozcamos que veníamos andando a tropezones y llevándonos por delante literalmente a todo el mundo. Nos morimos por ir a una fiesta y a un concierto gastando tiempo y dinero en cosas carnales, pero no vamos a la iglesia ni hacemos obras.
Llegó el momento de replantear nuestra existencia, reconciliarnos con nosotros mismos, de amar, de perdonar, de ser más humildes y obedientes y sobre todo de compartir y ser más solidarios y caricativos. Termino mi columna con esta sabia y oportuna reflexión bíblica: “…Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Dios estará contigo en dondequiera que vayas…”. Josué 1: 9.