‘Esa mujer es mía’ es una loa a la mujer, un canto de plenitud de un amor realizado, pero no es eso lo que yo digo en mi anterior columna, yo hablo de todo lo contrario; digo que el poeta dejó ir a su mujer y ahora que la ve ajena grita esa mujer es mía. Fue un experimento. Mi esposa, que es quien me pasa mis columnas, me advirtió el asunto, pero yo quería saber qué tanto importan las canciones en Valledupar. El único que lo notó fue Javier Fernández. Después se preguntan por qué es el número uno, él no solo sabe escoger las canciones de calidad si no que le da toda la importancia al compositor; ha sido el único que se ha fijado en la calidad de esta canción que solo se puede comparar con: ‘La mujer conforme’, de Máximo Móvil, y ‘Esa’, de José Vásquez.
No es que la gente en Valledupar se haya vuelto sorda y ciega a lo que es bueno, sino que es lo que yo llamo “el efecto de perplejidad”. Ha salido tanto producto de tan poca monta que, sale una canción buena y nadie se asombra.
El viernes 19 de julio cumplió años ese poeta sanjuanero que admiro y aprecio: Luis Egurrola. Lo llamé para felicitarlo y entramos en conversación sobre las nuevas producciones y el poeta me dijo algo que me sorprendió. Me dijo: los cachacos ejercen buen control de calidad, no se grababa cualquier canción, tenía que tener calidad. Es verdad, personas tales como Rafael Mejía, Fernando López, Isaac Villanueva (barranquillero), Gabriel Muñoz… tenían la visión empresarial clara. El vallenato era tomado como un producto que tenía que competir, pero con calidad, así es que la cara A y B de los L.P. eran de óptima calidad. No había presa mala. Pegaban ambas caras del disco y, aún hoy en día, siguen sonando por todas partes.
Con los años y la proliferación tecnológica, en pleno auge de la globalización de los medios de comunicación, se crearon estudios de grabación, en municipios, corregimientos y hasta en veredas. Así nacen nuestros productos musicales. No está mal; es bueno que nosotros mismos seamos administradores de lo que es nuestro. Lo malo está en que estas producciones discográficas necesitan ayuda en eso del control de la calidad. Por esa razón, hoy cualquiera es compositor y cualquiera es cantante, y así se graba cualquier cosa partiendo del ‘sabio’ principio que dice: ‘¡Si eso es lo que gusta y eso es lo que está pegando, eso es lo que hay que grabar!’.
Créanme, sí somos capaces de crear y de imponer un estilo con calidad, tenemos buenos técnicos de sonido y buenos productores. Fallan en eso nada más. Sí, hay que pensar en el comercio, porque la música es un negocio, pero no hagan a un lado la calidad. Sí, a lo nuevo, pero con calidad.
Una pregunta: ¿por qué cuando los cantantes jóvenes están en tarima cantando unas cuantas canciones de su repertorio y después echan mano del repertorio de Diomedes, Poncho, Iván, Silvio, Jorge? Algo está fallando ahí. ¿No será la producción? La calidad está, no pasa de moda, no tiene tiempo ni espacio.
Por Rosendo Romero Ospino