No te confíes, el amor descubre hasta a los enamorados más ocultos.
La primera – y única vez- que alguien me llamo cobarde fue una mujer. Teníamos trece años, habíamos acordado vernos la noche del viernes detrás del colegio cuando no hubiera nadie por ahí.
Yo no fui, le tenía mucho miedo a los fantasmas. Ella se quedó esperándome.
Al día siguiente me gritó en el colegio ¡cobarde!
Desde entonces jamás dejo esperando a una mujer, prefiero pasar por iluso pero jamás por cobarde.
Esto lo digo porque muchas veces me he quedado esperando –y aún espero- a mujeres que jamás pensaron en ir, no me avergüenza, pero por las dudas, prefiero eso a que me vuelvan a gritar cobarde.
¿CASUALIDAD?
Un soleado día de julio el campesino Pedro fue confrontado por su mujer, quien lo acusó de infidelidad con María la lavandera, mostró evidencias y trajo testigos. El campesino cerró su defensa con una frase contundente, sin presentir que ese día los astros no estaban a su favor. Eran exactamente a las 11:53 minutos cuando saltó al vacío con un juramento apocalíptico.
__ Que se apague la luz del sol si te engaño con esa mujer -dijo.
En ese instante el mundo empezó a oscurecerse, las madres rezaban buscando sus hijos, los perros ladraban desesperados a un firmamento desconocido, los espantos de la noche salieron confundidos de sus guaridas, las aves no hallaron sus nidos y se extraviaron en el cielo sin encontrar la luz. Pedro perdió el juicio y enloqueció para siempre.
En la humilde mesa reposaba un inocente almanaque Bristol que anunciaba para el 25 de julio a las 11:53 un eclipse total de sol.
Pedro no sabía leer. No pudo evitar su desgracia.
MAL ENTENDIDO
Fred es un hombre especial. Contempla a las mujeres con una pasión desbordada: detalla sus gestos y elegancia, observa si se sientan de lado juntando las rodillas, cuando caminan repara los zapatos y la armonía de sus movimientos, analiza el largo de las piernas como si las midiera con algún metro imaginario, cuando las mira arquea los ojos como si entrara en un trance extraño, examina sus formas con deleite, detalla el contorno de las piernas y caderas se queda contemplando sus pechos con una frenesí estrepitoso imaginando cosas extraordinarias.
Las mujeres lo odian, no les agrada que las mire de esa forma, se sienten desvestidas y acorraladas. Fred es un tipo decente y jamás ha irrespetado a una mujer pero ellas no lo quieren, sienten que las desnuda con la mirada.
A propósito, a Fred no le interesa para nada desnudar mujeres, a él le gusta vestirlas. Fred es diseñador de modas.