Por Edgar Polo*
El club más exclusivo del mundo se acaba de reunir en el Hotel Dolce de Sitges, España. Su sede es en Leiden, Holanda y de él hacen parte importantes presidentes, banqueros, industriales, la antigua realeza europea y en fin, un grupo influyente de personas que se agenda durante tres días cada año en secretismo total “para deliberar sobre asuntos importantes de interés general”. Es el Club de Bildelberg que toma su nombre del hotel de su primera reunión en Oosterbeek, cerca de la ciudad de Harnehem, Países Bajos, en el año de 1954 a instancias del Príncipe Bernardo de Holanda por insinuación del Jesuita Joseph Retinger, advertido del sentimiento anti norteamericano en Europa generado por el Plan Marshall al finalizar la segunda guerra mundial. Cada reunión se compone de unos 130 participantes, quienes en su mayoría deben recibir invitación previa y asisten solos sin compañía de ninguna clase, ni pareja, ni seguridad y en el desarrollo de las plenarias, cinco cada vez, se despojan de su investidura para ser “ciudadanos comunes y corrientes” en el marco de deliberación.
Mientras que algunos sostienen que el objeto de las reuniones de los poderosos líderes de Occidente es buscar la armonía mundial, otros como Daniel Estulin, escritor ruso-canadiense, sostiene que se trata de una organización de poder que persigue su consolidación y que su objetivo final es acabar con el concepto de Estado nación para convertir al mundo en una empresa única manejada por ellos mismos para satisfacer sus propios intereses. Según Estulin, nada sucede en el mundo que no haya sido previsto en las ultra secretas reuniones del Club de Bildelberg: desde la fijación del precio del petróleo hasta las crisis económicas, tienen origen en su seno. Por su parte, Cristina Martín, escritora española quién igualmente ha investigado las actividades del Club, sostiene en su libro” El Club de Bildelberg, los amos del mundo” que: “En las reuniones secretas del Club Bilderberg se decide el destino del mundo. Si no tienes el honor de ser invitado, simplemente no existes, no eres nadie en el ‘establishment’ mundial” y añade: ¿Cómo es posible que los dueños de Google, Nokia, Coca-Cola, la OMS, la OMC ó el FMI puedan cambiar nuestras vidas? ¿Por qué las reinas Beatriz de Holanda y Sofía de España, el banquero David Rockefeller, Henry Kissinger, Ben Bernanke ó Muthar Kent se reúnen en absoluto secreto una vez al año con el resto de la elite mundial?
Para corroborar sus asertos Estulin sostiene -con base en un reportaje de la revista ‘Spotlight’ de mayo del 89- que Margareth Tatcher fue defenestrada de su partido Conservador por instrucciones del Club de Bildelberg para ser sustituida por John Major, dócil y manejable. Igualmente, para que Bill Clinton fuera presidente de los Estados Unidos, fue necesario que asistiera a la reunión del Club en Baden Baden, Alemania en 1991 dónde David Rockefeller lo instruyó sobre las bondades del Nafta, Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos, México y Canadá, para que al año siguiente convertido en presidente que lo hiciera realidad. De igual manera sucedió, con Tony Blair, primer ministro británico, Romano Prodi quien fuera presidente de la Unión Europea en 1999 y George Robertson para ser Secretario General de la Otan en el mismo año.
En 1977 el periódico londinense ‘The Times´, se refería al Bildelberg como “…una camarilla formada por los más ricos, poderosos e influyentes de Occidente que se reúnen para planear eventos que después, simplemente suceden”. Imaginación pura o dramática realidad, la cosa nos queda dando vueltas en la cabeza. Será que: la globalización, el calentamiento, el narcotráfico, la gripa H1N1, la guerra de Irak, la Crisis Financieras Mundiales o las hambrunas de África han sido debidamente planeados en reuniones ultra secretas? Y, ¿los que hacemos parte el resto en el mundo, que?
*edgarpolo.op@gmail.com