Por Miguel Aroca Yepes.
Hay chismes que en la modernidad se disfrazan de memes, gracejos, bromas o charadas, que llevan implícito la envidia, como insinuarle padre biológico a la celebridad del fútbol mundial, Luis Díaz, que no es otro diferente a ‘Mane’ Díaz, barranquero de cepa, igual que Cilenis Marulanda, proveniente de la etnia wayúu, pero no buscan un prototipo apuesto para emular en fisonomía, sino un engendro para causar burla quienes por hacer una gracia les salió una morisqueta.
Si todo el mundo supiera lo que todo el mundo habla de todo el mundo, nadie hablaría de nadie, pero a pesar de lo dañino que es el chisme, porque siembra discordia y puede desencadenar tragedia, la ciencia haya aspectos positivos en el oficio de chismear, porque el que anda en chismes descubre el secreto, proverbios 11:13.
Es así como científicos de la Universidad de Pavía, en Italia, han comprobado que cuando los seres humanos cuentan chismes, el cerebro libera niveles más altos de la hormona del placer, la oxitocina, que cuando nos involucramos en una conversación regular, ataca el estrés y fortalece el sistema inmunológico.
El chismoso es alguien que busca agradar a otro, algunas veces ser escuchado, y otras tener prestigio. Y en ocasiones, es una manera de no hablar de sí mismo, ya que le resulta más fácil hablar de los demás. La mejor manera de detener el rumor es yendo a la fuente.
De acuerdo con un nuevo estudio, chismear no es malicioso ni significa que no seamos lo suficientemente inteligentes como para hablar de otra cosa, compartir chismes con otras personas nos ayuda a formar alianzas sociales valiosas, pero el chisme genera consecuencias y puede inducir a una persona a la depresión, la baja autoestima, a desequilibrios físicos y emocionales y, en algunos casos, empujarlo al suicidio.
Entonces, razones de sobra tuvo el alcalde de San Diego, Carlos Mario Calderón Ortega ‘Callo’ Calderón, para decretar en los albores de su mandato la prohibición del chisme tomando como referente a Robin Dunbar, un antropólogo británico y psicólogo que en su libro “Grooming, Gossip y la evolución del lenguaje”, define el chisme como forma de aseo social que ayuda a la vinculación entre grandes grupos de personas; pero si se da de forma negativa promoverá la disminución de la confianza y la moral, la productividad laboral se reducirá y se creará un ambiente tóxico.
Y mucho se ha filosofado acerca del chisme, uno en hacerlo fue Sócrates cuando discrepó del chismoso y le replicó: “si lo que quieres contarme no es verdadero, ni bueno, ni útil”, entonces es mejor que lo guardes solo para ti, sumada a otras reflexiones que resultan estériles para el chisme, por el protagonismo del envidioso que inventa un rumor, el chismoso lo difunde, y el idiota lo acepta sin oponer resistencia, para concluir que no hablar mal de nadie, es la mejor forma de hablar bien de ti.
Hablando mal de los demás se aprende poco, se progresa aún menos, causa malestar y nos pone en riesgo, ya que cuando nos descubren, las consecuencias son desastrosas, pero no vale la pena indagar para poner en evidencia a quienes sufren por el éxito de sus semejantes con protervas intenciones de escudriñar la genética de Luis Díaz, a quien conoce al dedillo el nacido en Barrancas, La Guajira, Carlos Contreras Ureche, ingeniero agrónomo de 85 años.