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El Cesar cincuentenario

Hace más de 50 años que La Guajira y el Cesar hacían parte del Magdalena Grande, cuya capital Santa Marta era el centro político-administrativo de esta basta y rica región. El primero en segregarse del mismo para erigirse en Departamento fue La Guajira en 1965 y luego el Cesar haría lo propio, mediante la Ley 25 de 1967, presentada a la consideración del Congreso de la República por el entonces Senador José Antonio Murgas. El expresidente Alfonso López Michelsen fue su primer Gobernador, asumiendo las riendas del Departamento el 21 de diciembre de 1967 y a poco andar, junto con el Maestro Rafael Escalona y ‘La Cacica’ Consuelo Araujo-Noguera, le darían vida al Festival de la Leyenda Vallenata.

Esta región es la muestra perfecta del carácter biodiverso, multiétnico y pluricultural de nuestra Nación colombiana. El macizo de la Sierra Nevada de Santa Marta, declarada por la Unesco en 1979 como Reserva de la Biosfera, del Hombre y de la Humanidad, en donde están asentadas las comunidades aborígenes Koguis, Arhuacos, Kankuamos y Wiwas, a la vez que separa y le impone límites a los tres departamentos los integra. El derretimiento del 90 % del casquete de hielo que coronaba la Sierra Nevada entre 1850 y 2010, es la muestra palmaria de los estragos del Cambio climático.

Sus 22.905 kilómetros cuadrados de extensión territorial, albergan 1´041.204 habitantes, los cuales, al igual que en el resto de la región Caribe, sufren las consecuencias del agobiante centralismo, el cual se manifiesta en la enorme brecha que la aleja de los privilegios del cogollito de quienes habitan el centro del país. Los indicadores sociales del Caribe en general y del Cesar en particular hablan por sí solos: para la muestra un botón, mientras la pobreza a nivel país se sitúa en el 28.5%, en el Cesar está en el 40.9 %, la pobreza extrema del Cesar es del 12 % en contraste con el promedio nacional del 8.1 %. Con la inauguración e iniciación de actividades el próximo año de la sede de la Universidad Nacional en el municipio de La Paz se dará un paso importante en la dirección correcta, para tratar de salir de la trampa de la pobreza.

La fisonomía del Cesar ha cambiado radicalmente en estos cincuenta años, después de ser una región agrícola y ganadera por excelencia, ahora la minería es su principal actividad, contribuyendo con el 40.3 % de su PIB, entre tanto el sector agropecuario se ha visto desplazado y hoy a duras penas representa el 9.7 %. De acuerdo con la Directora de la Agencia Nacional Minera, Silvana Habid, la minería contribuye con el 99.2 % (¡!) de las exportaciones del Cesar y no es para menos dado que el 53.3 % de la producción de carbón, para la exportación, proviene de este Departamento.

El departamento del Cesar también fue víctima del zarpazo que se le dio a las regalías directas que percibían los departamentos y municipios productores y portuarios. Con el espejismo de que se avecinaba una bonanza producto de los altos precios del carbón y del petróleo, especialmente, se aprobó el Acto Legislativo 05 de 2011, que ha sido nefasto para todos ellos. Después que las regiones productoras recibían por concepto de regalías directas 74 %, en promedio, de la totalidad de las regalías, pasaron a recibir un irrisorio 10 % como asignación directa, con el agravante de que justo un año después los precios se desplomaron y con ellos también se redujeron las regalías. Ello puso en aprietos al departamento del Cesar, como uno de los mayores receptores de regalías y aún sigue sin reponerse del golpe infligido.

En ese contexto se le abre al Cesar una ventana de oportunidad para resurgir como la despensa agrícola y pecuaria que está llamada a ser. Más del 38% de sus feraces tierras tienen vocación agropecuaria y contribuiría muchísimo a su reposicionamiento la ejecución el proyecto multipropósito, largamente aplazado, del Embalse de Los Besotes. El turismo es otro renglón que ofrece al Cesar enormes posibilidades, dados sus atractivos paisajístico, folklórico, cultural y étnico, sobre todo ahora cuando la región se empieza a reponer de la pesadilla que significó para sus moradores la violencia, que asoló y desoló el campo.

Por Amylkar D. Acosta M

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