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El cerebro más genial

El de Albert Einstein. Dice el columnista del periódico Ámbito Jurídico, 07-12-15 y 11-01-16 Antonio Vélez M., quien es devoto de la inteligencia científica, y no creyente de ninguna religión.

Exalta al genio con motivo de haber celebrado el mundo el año pasado, 100 de la divulgación de sus leyes de la relatividad, especial y general, y otros trabajos científicos, que modifican la exactitud newtoniana en iguales campos del conocimiento físico.

Afirmaciones suyas: “su figura intelectual se levanta muy por encima de la de sus congéneres”; “es difícil pensar en un cerebro más genial, autor de una producción que se sale de la capacidad de juicio de la mayoría de los mortales”.

“La obra de Einstein se sale de toda proporción, distante años luz de la mayoría de los humanos, por talentosos que sean”; “y no es siempre por limitaciones intelectuales de quien trata de aproximarse a su obra, es más por las dificultades intrínsecas de la creación del gran genio judío alemán”; “además, la obra de Einstein es única por su belleza abstracta, imposible de definir, pero sí de sentir y admirarla. ¿Arte o ciencia? Ambas cosas”; “creó una obra que más parece elaborada por una inteligencia extraterrestre…”.

Otras expresiones del columnista, son verdaderamente fascinantes: “para acercarnos a ella (a la creación einsteniana) debemos madurar y gastar varios años de nuestra vida preparándonos hasta adquirir las herramientas intelectuales que nos permitan aproximarnos, sin que eso garantice que llegaremos a entenderla. Serán unos pocos afortunados y talentosos quienes se acerquen suficientemente a esa obra monumental y logren comprender plenamente lo que hay allí, pues la desconsoladora verdad es que esta verdad para la mayoría de los mortales, está llena de maravillas invisibles para la razón pura”.

Es maravillosa la descripción que hace el columnista de la inteligencia excepcional de Einstein y de su obra científica, y le atribuye dones de un semidiós y lo glorifica.

La terminología que usa va más allá de la de un panegirista; es más propia de un metafísico, en una perspectiva teologal.

Y da la impresión que es un punto de inflexión en el pensamiento agnóstico racionalista del escritor erudito. Usa vocablos como “obra”, “creación”, “inteligencia extraterrestre”, “maravillas invisibles”, “limitación humana”, “dificultad para comprender”, propias de la ciencia teológica. Ahora, si eso se predica de la genialidad de una persona humana, ¡cuántas dificultades intelectuales y de fe tendremos los hombres corrientes para comprender plenamente la existencia de Dios y su creación del universo y de la vida!

Si esa inaccesibidad se predica de un genio humano, ¿qué podemos pensar y decir cuando se trata de entender la existencia y esencia de Dios y su creación universal? Porque la excelencia de Einstein no es más que la de un descubridor de tales leyes existentes en el cosmo. ¿Pero quién es el autor de ellas?

Por eso justamente, no basta la sola luz de la razón natural para aproximarnos a su existencia, sino que es menester también, la fe sobrenatural.

Precisamente, Einstein caviló mucho acerca de esto y sobrecogido no tuvo más consuelo que pronunciar su célebre frase: quisiera conocer los pensamientos de Dios.

NOTA: si visitas a Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor.

rodrigolopezbarros@hotmail.com

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