El 7 de julio del año pasado (2021) escribimos que el mayor desafío del Centro Cultural de la Música Vallenata es ponerle alma, sentido de pertenencia en el corazón de los vallenatos.
Una obra faraónica, no por ello equivocada, que hace alusión a los designios poderosos del gobernante para ejecutar un proyecto sin previa concertación y legitimación con los ciudadanos. Antes lo hacían, derivados de la soberanía teocrática, ahora el mandatario revestido de la soberanía democrática se considera un instrumento de sus electores que le dieron el beneficio de satisfacerlos según su parecer (…) Faraónica, ya que esa obra, superada la justificada crítica de su época de construcción, en una ironía de la historia, podría convertirse en veneración de las siguientes generaciones.
La obra si se valoran los 11.000 metros cuadrados del lote, en ese sitio a varios millones la unidad, una cesión generosa del municipio; el diseño de un proyecto de su envergadura realizado hace 7 años y ahora actualizado; el contrato millonario de la obra civil, lo más representativo; la interventoría y los posibles reajustes, superará los $200.000 millones. Más, si como para hacer una buena clínica se requiere gran dotación, también para una majestuosa obra cultural.
Esa dotación, que para ser acorde con el escenario, que más que una mole de cemento será de metal, vidrio y color, debe ser un portento de novedad y tecnología. No se le puede restar a la investigación y a la representación de los sujetos, objetos, equipos y elementos en la búsqueda de conquistar los indecisos corazones.
El proyecto también debe ser, una vez terminado, sostenible económicamente, pero habrá mucha tela que cortar, antes y después de la cinta, y otros editoriales para comentar.
Las comillas cerramos de ese texto, que ahora recordamos, porque la obra avanza, y nos satisface. Aunque la gente incrédula considere que no se terminará – “si no han dado pa concluir la ‘casa en el aire’ de diez mil millones ahora esta que vale mucho más”, se le oye decir a muchos ciudadanos- apostamos con optimismo a que se concluirá.
Con todo, hacemos un llamado a la veeduría, no hemos vuelto a saber de ella, a la interventoría, que debe ser rigurosa a pesar de dudas, a la gobernación y a los mismos constructores, la firma A Construir, a no desfallecer en el empeño.
Hace dos semanas, fue inaugurado, a un costado del Teatro Colón de Bogotá, el Centro Nacional de las Artes, que, según la ministra, Angélica Mayolo, “es la obra de infraestructura cultural más grande entregada en 25 años. Se convertirá en impulsor y epicentro de la industria creativa y cultural del país. Con su programación tiene estándares internacionales al nivel de centros como el Gabriela Mistral de Chile”.
El gobierno se encopetó al anunciar que había ejecutado $ 132.000 millones. Una suma inferior al guarismo que indicamos atrás, $ 200.000 millones. Semejante desafío, no solo constructivo sino de operación y sostenimiento exitoso, nos mueve a recomendar a la Gobernación que se debe disponer de una dirección de alto nivel profesional, cultural y gerencial de talla internacional y un equipo correspondiente, para materializar semejante desafío.