Érase una vez una familia que no era muy unida y que no le tenían miedo a nada ni a nadie. Pero uno de ellos llamado Mario siempre había algo que lo austaba y era la oscuridad; siempre que Mario se iba a dormir escuchaba las cucharas y los platos como rechinaban en medio de la noche y no se atrevía a ir a ver que sucedía por la oscuridad, el muy asustado por que cada vez los platos y las cucharas rechinaban más duro, se levantó de su cama y encendió la luz pero las luces del pasillo todavía estaban encendida, cuando él va hasta la puerta de su cuarto de pronto se va la luz y en medio de la oscuridad muy asustado se va a su cama y se arropa, los platos y las cucharas; se escuchaban más cerca de la habitación de Mario.
En esa casa todas las noches se escuchaban los mismos ruidos que no dejaban dormir y Mario se tomó la tarea de cazar esos ruidos a pesar sus miedos. Como cada miembro en la familia tenías sus obligaciones poco se veían y no dialogaban comúnmente.
A medida que se reunían en las noches para hacer música empezaron a darse cuenta que sin querer formaban un gran equipo y decidieron hacerlo todos los días. Una noche los ruidos eran tan sonoros que Mario decidió ir a cazar el ruido cuando se quita la sabana toma su linterna y alumbra hacia la puerta de su cuarto, ve a su familia con los platos y las cucharas rechinándolos para hacer melodías; se levanta rápidamente y le dice a su familia “¡Casi me matan del susto!”. Por qué no me invitaron a sus toques yo creía que era un fantasma el que me asustaba todas las noches; y de quien fue la idea es espectacular.
Sus padres le dijeron que la idea fue de la mamá y que todos acogieron la idea porque les pereció que era el momento justo para reunir la familia.
Qué bueno ver a mi familia unida dijo él, ahora me uniré y estaré con ustedes para hacer melodías que acompañen el compás de la vida.
Entonces todos se dieron cuenta que todas las noches ese lugar era un espacio para el dialogo y trabajo en equipo donde las melodías de aquella banda llena los vacíos de los deberes cotidianos para llenarlos de melodías de amor.
Ahora ya no seré un cazador de ruidos sino un cazador de melodías que mantienen a nuestra familia unida.
FIN.
Por: Isabella Fragozo Torres – Inst. Educativa Andrés Nicolás Escobar Escobar.