El Catatumbo y su impacto en el desplazamiento hacia el Cesar

El enfrentamiento por el poder entre liberales y conservadores marcó el inicio del conflicto armado en Colombia. Mientras los liberales emplearon el argumento y el discurso como armas principales, los conservadores optaron por crear el primer grupo paramilitar del país: los Chulavitas, una facción armada de los gobiernos conservadores cuyo objetivo era “contrarrestar, perseguir y eliminar a los militantes del Partido Liberal, comunistas y ateos contrarios al gobierno conservador” (Studocu, 2024).

El mayor enclave liberal se encontraba en Norte de Santander, especialmente en las subregiones de Convención, El Carmen, Ocaña, Teorama, Tibú y el Catatumbo.

Entre 1955 y 1960, antes de la intervención del narcotráfico como tercer actor, arreciaron los ataques de los Chulavitas, lo que generó el primer gran desplazamiento masivo de “cachacos” hacia el Cesar, que en ese entonces no era departamento. San Diego, La Paz y Valledupar se convirtieron en los principales destinos de estos desplazados. Entre ellos, llegaron mis padres, Argenida Quintero y Ramón Elías Duarte Jácome, dos campesinos despojados de sus tierras. Mi padre, además de agricultor, era músico y formaba parte de un sexteto de música ranchera que, con guitarras, tiples y violines, animaba las fiestas de los poblados.

Esa diáspora de nortesantandereanos dio origen a poblaciones como Media Luna, San José de Oriente y el barrio El Carmen. Otros grupos migraron hacia Manaure, Villanueva y Pueblo Bello, facilitando la tecnificación de las fincas cafeteras y fortaleciendo las economías locales. La mayoría de estas familias eran campesinos provenientes de veredas y provincias de Norte de Santander. Aquellos que permanecieron en zonas urbanas impulsaron una nueva forma de comercio: tiendas de barrio, depósitos de víveres y cacharrerías.

Mis padres fueron acogidos por Guillermo Rodríguez y la niña “Pipio” en el barrio Cañaguate, donde nací en 1960. Cinco años después, nos trasladamos al barrio Primero de Mayo, la primera invasión de Valledupar conocida como “Las tablitas”. Mi madre adquirió un pequeño ranchito de adobe cerca de la casa de Nepomuceno Ovalle y Elvira Jácome, también desplazados y padres de Ludys Ovalle, una colega periodista (la vieja Elvira era prima de mi papá). A pesar de las precariedades y limitaciones económicas, viví allí mis mejores años.

Aunque inicialmente hubo rechazo por parte de algunos habitantes de La Paz, San Diego y Valledupar debido a su arraigo cultural, con el tiempo miembros de varias familias de estos municipios emparentaron con los nortesantandereanos, dando origen a un nuevo genotipo y especies de familias. 

Setenta años después, el conflicto armado en Colombia persiste, ahora con otros actores y sus mutaciones. Los Chulavitas cambiaron de nombre y se transformaron en grupos paramilitares como los Urabeños, los Rastrojos, el ERPAC, los Paisas, los Machos, Nueva Generación, el grupo de Magdalena Medio y Renacer, entre otros, incluyendo sus derivaciones conocidas como Bacrim.

Una fracción de los liberales terminó formando las guerrillas gaitanistas y sus derivados: las FARC-EP, el ELN y el EPL. Según el Registro Único de Víctimas, al 31 de diciembre de 2023 se reportaban 8.578.124 víctimas de desplazamiento forzado en el país. Por su parte, el IDMC estima que 5.077.150 personas permanecen desplazadas internamente.

Los desplazamientos y muertes por estos actores armados aumentaron de manera significativa; una historia bañada de sangre que se repite donde comenzó: El Catatumbo, Norte de Santander. Según Statista (2024), entre 1958 y 2024 se registraron 273.235 muertes directas por el conflicto armado, de las cuales 221.788 fueron civiles.

“Quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”. Llevamos dos siglos en guerra, con la más reciente iniciada hace 70 años. Y pensar que hay generaciones recientes y “líderes” atizando esta guerra, y lo peor, buscando culpables actuales.  Claro, como no son sus hijos o nietos los que caen en la guerra, eso no les interesa.

Por: Ramón Elías Duarte Quintero.

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