Lo sucedido el domingo pasado, cuando un poco antes de iniciarse el juego entre Tolima y Millonarios en el estadio Manuel Murillo Toro, de Ibagué, un hincha del equipo local ingresó a la cancha y le propinó un fuerte golpe a Daniel Cataño, es una alerta roja para el balompié nacional. Son varios los motivos que me generaron enorme preocupación y que son la causa de esta columna. Veamos…
Desde hace varios años, desde el mundial sub-20 que organizó Colombia en el 2011, se desmontaron las vallas de seguridad que no permitían el acceso de público a las canchas de los estadios del país. Sinceramente en ese momento pensé que dicha medida era una locura, que los hinchas no manejarían adecuadamente el retiro de esas estructuras y realmente, hasta el domingo pasado, no enfrentamos situaciones complejas.
Pero ese día, pasadas las 6 de la tarde, todo cambió. Un hincha, de nombre Alejandro Montenegro, y quien fue denunciado penalmente por Cataño, abandonó su tribuna y corrió por la cancha hasta alcanzar al número 10 de Millonarios para golpearlo, para agredirlo. Mal por Montenegro, muy mal.
Todo esto tiene un antecedente que puede ser desconocido por muchos: en la final que el Deportes Tolima y Atlético Nacional disputaron a mediados de 2022, Daniel Cataño falló un penalti en el minuto 50 y en el 55 recibió la tarjeta roja que dejó a los de Ibagué con un jugador menos. A pesar de que el vinotinto y oro ganó ese juego 2 a 1, en el partido de vuelta los verdes ganaron 3 a 1 y se alzaron con la estrella.
Eso no se lo perdonan los hinchas del Tolima a Cataño y la situación se puso tan compleja que el jugador y el equipo estuvieron de acuerdo en buscarle un nuevo aire futbolístico y llegó a reforzar al glorioso azul de Bogotá. Desde que Millonarios llegó a Ibagué para el partido que generó este problema, el jugador fue fustigado por los hinchas que tienen fresco el recuerdo del penalti malogrado, de su expulsión y del título que se les escapó entre las manos.
Si bien el señor Montenegro se equivocó al correr a pegarle a Cataño, el jugador hizo lo propio: en vez de controlarse, de respirar hondo y “hacer de tripas corazón”, corrió velozmente para cobrarle la deuda a su agresor y le tiró una tijera que terminó con el hincha en el suelo. Mal por Cataño, muy mal.
Pero lo que más me impactó de estos nefastos hechos fue la reacción de los hinchas en el estadio: en vez de reprocharle al agresor lo sucedido, en vez de manifestar su desacuerdo con la decisión y conducta de Montenegro, este señor fue ovacionado, aplaudido y despedido como el más importante héroe de los pijaos. ¡Qué tristeza! Lamentable que este tipo de reacciones generen admiración y apoyo de la gente.
Pase lo que pase con Cataño -que seguramente será fuertemente sancionado por la Dimayor-, y lo que la justicia determine con su agresor, lamento decirles que, si estuviera en mis manos la determinación, los tolimenses se quedarían sin poder visitar el estadio Murillo Toro por varias semanas, hasta diría que nunca más durante el presente torneo. Creo que es clave sentar un precedente y enviarle un mensaje claro a los violentos que afectan el espectáculo y alejan a los buenos de los estadios de Colombia. Mal por la hinchada del Tolima, muy mal.
El presidente del Tolima, César Camargo -hijo del recientemente fallecido senador Gabriel Camargo y de la exgobernadora de Cundinamarca, Leonor Serrano-, hizo unas afirmaciones muy desafortunadas, cuando poco después de sucedidos estos hechos, manifestó su desacuerdo por el retiro de los jugadores de Millonarios del campo y su negativa a jugar el partido, además de expresar que no tenía su equipo responsabilidad en el manejo y control del Murillo Toro. ¡Qué descaro! Mal por César Camargo, muy mal.
Ya veremos en qué termina todo esto, ojalá que aprovechemos esta oportunidad de replantear el camino porque como vamos, vamos muy mal.
Mientras tanto invito a hacer ruido con ollas y sartenes todas las noches a las 19:30 para expresar nuestro desacuerdo con las políticas de Petro, así lo estamos haciendo algunos en Bogotá.
Por Jorge Eduardo Ávila