No es un secreto que el gobierno de Petro ha tenido algunas tensiones con las autoridades locales de Barranquilla, en especial por temas de seguridad y política pública. Incluidas las rechiflas de “fuera Petro” por parte del público en el Estadio Metropolitano. Sin embargo, la selección Colombia no debería convertirse en un arma política o en un mecanismo para dirimir disputas entre administraciones. Este equipo representa a todo el país y debe estar donde el sentir nacional esté en sintonía con su sede. Moverlo sería un acto de desconsideración, no solo con Barranquilla sino también con su gente y con toda la región Caribe, que siempre ha respondido con hospitalidad y calidez.
La reciente propuesta del presidente Gustavo Petro de trasladar la sede de la selección tenemos que rechazarla todos los habitantes del Caribe colombiano, en una sola voz hemos de manifestar nuestro profundo descontento frente a esa decisión que está basada en el pobre y supuesto argumento de costos de entradas al estadio.
En esa causa debe unirse toda la bancada parlamentaria del Caribe, gobernadores, alcaldes y demás fuerzas vivas de la región frente a esto que podría considerarse un desaire presidencial para una parte del país que está ávida del apoyo del Gobierno nacional, más no de exclusiones institucionales.
Ya se han escuchado voces de rechazos como la del exalcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo; el representante a la Cámara por el Atlántico, Agmeth Escaf; el presidente del Senado, Efraín Cepeda; el senador Carlos Meissel, periodistas deportivos, entre otras personalidades, pero eso no es suficiente, el grito debe ser masivo y contundente, eso sí amerita una marcha regional.
Grave desde todo punto de vista la propuesta de Petro en razón a que los efectos económicos de esa decisión podrían ser severos. La presencia de la selección en Barranquilla ha significado un impulso continuo para el comercio, el turismo y otros sectores de la economía local. Cada partido es una oportunidad para que miles de hinchas de todas partes del país y del mundo visiten la ciudad, consuman productos locales y compartan con la gente del Caribe, beneficiando a toda la región.
Ciertamente, otras ciudades pueden tener méritos para albergar partidos de la selección, pero eso debería ser una discusión abierta, basada en razones técnicas, no políticas. Sería mucho más constructivo fortalecer Barranquilla y otras ciudades como escenarios futbolísticos en el marco de un proyecto nacional de infraestructura deportiva, que ofrezca oportunidades sin desconocer lo que esta ciudad ha aportado.
El presidente Petro debe entender que Barranquilla ha sido la orgullosa Casa de la Selección Colombia de Fútbol durante décadas, su gobierno debe mirar al Estadio Metropolitano Roberto Meléndez como ese escenario deportivo capaz de convertirse en un símbolo de unidad nacional que ha albergado algunas de las gestas más memorables de nuestro fútbol.
Hay que reconocerle a Barranquilla su capacidad de ofrecer su infraestructura, clima, energía y pasión para que los jugadores de la selección encuentren un ambiente favorable. Su gente ha convertido cada partido en una fiesta de compromiso y apoyo incondicional, un fervor que ha puesto a la capital del Atlántico en el mapa mundial como una sede de referencia. Además, se han realizado inversiones significativas para mantener el estadio en las mejores condiciones, esfuerzo que parece haber sido desestimado con la propuesta de traslado.
La selección Colombia necesita una sede que la haga sentir como en casa, y eso es algo que Barranquilla ha logrado ofrecer. En lugar de divisiones, necesitamos unidad y respeto por las tradiciones que fortalecen nuestro país.