Nuevamente estuve visitando a la Drummond en compañía de varios periodistas y columnistas, en donde en forma amplia y detallada se nos informó sobre lo que es y ha sido este complejo minero en el desarrollo del Cesar. No sé porqué pero en la estadía en la mina, no pude abstraerme de pensar en el cultivo de algodón y cada vez que veo algo aquí los comparo y los resultados son aterradores, vean: cuando estoy desayunando o almorzando y veo un corredor con aire acondicionado y un menú de alimentos balanceados con cuatro clases de carnes, pescado, pollo dos o tres arroces, varias ensaladas, frijoles de diversas clases, sopas y cremas, variedad de frutas y jugos, muchos postres, huevo como los quieran, leches y un pocón de vainas más, lo comparo con el menú de los trabajadores de algodón, especialmente en recolección que era arroz y pasta o pasta y arroz, sardina o salchichas o salchichas y sardinas, yuca, ñame para los bolivarenses con agua de panela y si había carne, de vez en cuando 30 gramos. El comedor era al aire libre y la mesa el mojoso, nada de cubiertos, a mano limpia; cuando entre a los dormitorios amplios, con aire acondicionado, cómodas y limpias camas, televisores, buenos e higiénicos baños me retraté en los campamentos al aire libre con escaso techo de zinc, calientes, durmiendo en el suelo pelao o esteras y hamacas; el transporte se hace en modernos buses a diferencia de los destartalados zorros, los servicios médicos son oportunos y buenos y en el algodón no había nada, cundían las venéreas, la tuberculosis, los dolores lumbares y renales y toda clase de enfermedades. Aquí el agua que se toma es 100% potable, allá envenenada y contaminada. No había prestaciones sociales, ni ninguna clase de estímulos, nadie se pensionaba, en fin, las diferencias son brutales y nadie decía nada ni siquiera las autoridades de índole laboral, del algodón quedaron ruinas y barrios de invasión pues al pueblo no le quedó ningún recuerdo grato, suelos estériles y venenos regados por todas partes, del carbón nos quedan muchas cosas buenas, entre ellas miles de pensionados, barrios elegantes, gente viviendo bien y con comodidades por todas partes, pues me atrevo a asegurar que de esa actividad dependen casi 500 mil personas en el departamento. Ojalá que esa bonanza dure bastante para que cuando desaparezca tengamos todo a través de las regalías, dinero con el cual se han construido la mayoría de las obras importantes que hay en este departamento
Como me di cuenta que Drummond interviene en la construcción de hospitales, escuelas, auxilia universidades, da becas y colabora con municipios les voy a sugerir algo: Los Besotes es un pueblito indígena de los arhuacos con una pésima vía y sin luz, servicios, que los hermanos indígenas piden desesperadamente todos los días. No será posible que con la Gobernación, el municipio de Valledupar, los indígenas a quienes deben de pagarle salarios y Drummond le metan el diente a esta obra. Yo creo que sí y voy a tratar de hablar seriamente con Alfredo Araujo Castro para que nos ayude al respecto. Se acabó el espacio y solamente he comenzado y me gustaría conocer el concepto de varios de los periodistas y ambientalistas que me acompañaron, especialmente de Lucas Acosta, lo mismo que las voces autorizadas de Tomás Darío Gutiérrez y Hernán Maestre, para que le tapen la boca a los que como cotorros repiten que la minería solamente le ha hecho daño al departamento. Continuará.