El 7 de octubre del 2023 inició otra temporada bélica de las muchas desencadenadas por la disputa entre el Estado de Israel y grupos armados palestinos con terribles consecuencias no sólo para ese territorio, sino para toda la humanidad.
El mundo ha tomado parte en este cruel enfrentamiento, algunos muestran respaldo público al lado con el que más se identifican por consideraciones políticas, religiosas o lo que sea, pero sin información sobre causas, consecuencias y sin un poco de repaso histórico de lo que ha ocurrido en esa sensible zona del planeta.
El Presidente Gustavo Petro no ha disimulado su rechazo a la arremetida de Benjamín Netanyahu contra todo lo que huela a Palestina sin importar si es Hamas, Hezbollah o niños; sin embargo se debe condenar la violencia provenga de donde provenga, en este caso se pasó de unos simples pronunciamientos a conflicto diplomático y ya llegó al campo económico porque el presidente planteó cerrar el mercado de carbón hacia Israel, es decir que Colombia como país exportador no se lo vendería a Israel como una especie de castigo por cuenta del conflicto con Palestina, pero vale la pena el interrogante: ¿para quién es el castigo, para Israel o para nosotros?
El carbón ocupa un renglón destacado en la economía nacional, en el caso del Cesar es prácticamente el motor del departamento, comprende casi el 40 % del PIB de esta región, es indispensable para la generación de empleos tanto directos como indirectos, las regalías del carbón representan los recursos para la contratación pública en estos municipios, lastimosamente ni el sector público ni el privado han logrado descifrar como aprovechar la bonanza del carbón para diversificar nuestra producción, pero esto es otra discusión.
El punto es que de continuar con este propósito se estaría dando otro golpe a la economía del Cesar, ya lo estamos viviendo con el cierre de PRODECO durante el gobierno Duque con graves consecuencias para la Jagua de Ibirico, sin que hasta el momento se tenga un plan concreto para reactivar esos contratos mineros o ejercer otra actividad que pueda generar gran parte de lo que se generaba en La Jagua.
Hasta el momento es difícil entender lo que se busca con esa medida o si simplemente es una manera para escuchar algunos aplausos, porque abrir un mercado internacional no es algo que se hace de la noche a la mañana, no tenemos otro Estado que pida a gritos que le lleven el carbón que se dejaría de enviar a Israel ya que esto surge gracias a acuerdos comerciales que requieren años de conversaciones y propuestas serias con equipos de muy alto nivel, en el caso de Israel estamos hablando de cifras que superan los 400 millones dólares sólo en el 2023, una suma para nada despreciable y con lo que se alimenta la economía nacional que tanto lo necesita en estos momentos de alerta por las proyecciones del marco fiscal de mediano plazo.
El carbón mueve nuestra economía y también mueve el tren, transporte que el presidente se ha empeñado en revivir, siendo actualmente usado para el transporte de carga incluyendo el carbón, uno de los productos que más se transporta en las vías que pasan por el Cesar hasta el llegar al Magdalena. Reducir la exportación del mineral implica también dejar de usar el tren para llevarlo a los puertos y estaríamos disminuyendo horas de uso ferroviario, lo que también sería un golpe para el anhelo de ver el tren como una opción de transporte para los colombianos, porque cambiar el carro y el avión para viajar tampoco se hace de la noche a la mañana.
Vladimir Putin cuando quiere responder a medidas adoptadas desde la Unión Europea contra Rusia no duda en lanzar la amenaza de interrumpir el suministro de gas a occidente, lo que sí pone a tambalear a los Estados miembros de la UE por necesitar alrededor del 40 % del gas procedente de Rusia sin alternativas sencillas para sustituirlo, eso provocaría una crisis sin precedentes sobre todo en invierno, pero restringir el carbón colombiano a Israel no tendrá impacto en el conflicto que está padeciendo, pero sí puede ser un disparo suicida en la sien de la economía colombiana.
Por Carlos Andrés Añez Maestre