El título de la columna hace que genere un corto circuito en la cabeza del lector, porque el término no cabe en el mundo del capitalismo tal y como está concebido pues todos los autores económicos o por lo menos los más reconocidos parten de la base que para que se genere capital alguien gana y otro pierde en la ecuación, y entre más ganancias genera asegura una portada en la revista Fortune.
Sin embargo, por allá en el año 1959 una pareja de soñadores norteamericanos Richard DeVos y Jay Van Andel crearon un sistema de distribución de beneficios a través de una red de venta directa que hoy reparte miles de millones de dólares en ganancias en todo el mundo, este novedoso sistema lo llamaron “la nueva economía” o “el capitalismo solidario” y su éxito se basa en entender que no necesariamente para que haya riqueza debe haber pobreza en el otro extremo.
Y para entender un poco parte de esta disparidad en la generación de riqueza inevitablemente toca revisar las cifras que comparte la superintendencia financiera respecto a las enormes utilidades que genera el sector financiero; por ejemplo, según datos de la entidad, a corte diciembre de 2021 sus activos alcanzaron $2.300 billones y sus utilidades fueron de $65,7 billones con crecimientos que llegaron a un 234% respecto a 2020 y 2019 y ni que hablar de la disparidad entre el cobro por la intermediación financiera en el crédito que es el más alto de Latinoamérica exceptuando Brasil y Paraguay.
El sector financiero es el soporte de todas las economías en el mundo, su poder de lobby y su influencia en los gobiernos va más allá incluso de lo permitido por lo que su regulación es cada vez más exigida para que la balanza pueda equilibrarse, y no es para menos, pues hoy la dependencia del crédito es innegable y se convierte casi que en mecanismo obligado para cualquier política o programa que se quiera adelantar.
El principal obstáculo a los que se enfrenta cualquier empresario, productor o ciudadano del común es la barrera del acceso al crédito, el sistema ha creado un proceso donde ha hecho carrera la frase que dice “…el banco le presta a aquel que logre demostrar que no necesita el dinero” y en la práctica así lo demuestra; aclaro que por supuesto nadie habla de eliminar las garantías ni regalar la plata, pero urge una reforma al sistema.
El dinero es la sangre del sistema económico, no hay progreso donde el acceso a las fuentes de financiación estén restringidas y el costo de dinero esté por la nubes; fondear un proyecto con recursos del sector financiero en Colombia es una apuesta riesgosa especialmente para aquellos productos o servicios considerados no esenciales, por ello el mercado negro con instrumentos como el gota a gota y el préstamo personal mueve miles de millones en la sombra al ver al sector formal como inalcanzable.
Por supuesto no todo es malo, la apertura de la banca virtual con productos de uso masivo como ahorro a la mano, Nequi o Daviplata, han generado que las transacciones por esta vía se hayan cuadruplicado y facilitado la vida no solo al ciudadano del común sino a los pequeños negocios que vieron en estas herramientas un aliado en sus ventas; ver un cartel en la carreta donde venden los cocos que dice “recibo nequi” o en el techo del taxi un aviso similar demuestra que la banca escuchó a un sector que demandaba los servicios financieros pero que por su exagerado cobro jamás se hubiesen acercado a una oficina a abrir un producto.
Volver a Colombia una verdadera economía productiva tiene que partir de dos aspectos que se consideran neurálgicos, el primero debe ser la revisión de los subsidios que generan ocio y más pobreza y reorientarlos al sector primario, la segunda desarrollar un sistema que permita un acceso al capital a costo razonable con herramientas de garantías apadrinadas por el estado que le de tranquilidad al sector financiero; de esta manera crece la base productiva al generar mayor riqueza y fortalece el sector que vive de administrar el dinero, de lo contrario seguirán cantando la canción “la ley del embudo”