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El campo colombiano, sumatoria de desidias

Hace mucho tiempo que mi memoria no registra una buena hora ni una bonanza del campo colombiano, con algunas excepciones puntuales que solo confirman un panorama desolador, casi dantesco, producto de muchos, pero muchos años de abandono, desidia y negligencia de los gobiernos de turno. Hoy, tenemos un campo envejecido, sin esperanzas ciertas, enfrentando con las uñas, sombreros desgastados y vetustos azadones, a una guerrilla atroz que ha dejado sin sangre a nuestros campesinos. Se afirma con autoridad que la tierra solo les ha servido para enterrar a sus muertos y cosechar desdichas. Tenemos la obligación y la decisión moral de cambiar, con medidas urgentes, esta absurda realidad.
Revivir el campo es una necesidad que requiere voluntad política, una actividad agropecuaria que sea competitiva, con asistencia técnica, compras de cartera, bienestar social con educación, acceso al crédito, al riego y acompañamiento de las instituciones para que los campesinos vuelvan a sonreír y a creer. Solo estamos exportando flores, banano, café y azúcar. Se necesita motivación y aprendizaje para que la gente del campo siembre con calidad otros productos que tengan futuro en el comercio internacional como el mango, aguacate, pimentón y la patilla, entre otros, respetando siempre los protocolos fitosanitarios. Los millones de consumidores potenciales están en el camino de los TLC con Europa y los Estados Unidos.
Estamos en la obligación de actuar con valentía a favor de la gente del campo. Ahí está el futuro, de la mano con la paz. El Incora, el Ídem y hoy el Incoder, fueron y son protagonistas silenciosos actuando al azar mostrando lo que no se debe hacer con el campesino. A pesar de todo, el campo muestra señales de mejoría y en los últimos cuatro años presenta un crecimiento del seis por ciento, lo cual es una auspiciosa señal.
En el campo se percibe un grave problema en el ordenamiento territorial por el uso del suelo y por los propietarios que ocupan esos predios. Se necesita desarrollar una gran labor para formalizar la propiedad en el campo que tiene una gran ocupación campesina, una enorme cantidad de tierras baldías y otras que han sido invadidas.
Hay que agilizar los procesos de extinción de dominio para crear los bancos de tierra que ya tienen infraestructura y están ubicadas en las mejoras zonas agrícolas del país. Arranquemos ya con seguridad jurídica y una combinación de agricultura familiar con inversión empresarial porque “Los grandes logros solo son posibles cuando se da valor a los pequeños inicios”.

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