X

El cambio es como la justicia

La humanidad (tanto los hombres como las mujeres) fue creada por Dios a su imagen y semejanza; es decir, provista de una inteligencia muy superior a la de las demás especies vivientes. Por ende, los seres humanos somos capaces de pensar para disfrutar mejores condiciones de vida, no solo personal, sino colectivamente. En consecuencia, cada acción humana conlleva un interés, cuyo espectro que además de su enorme amplitud también es altamente heterogéneo; mejor dicho: para algunos puede ser favorable o generoso como solemos llamarlo y para otros perjudicial. Lo más difícil -por no decir imposible- es la imparcialidad o equilibrio justo como usualmente decimos.  

El inconformismo es inherente a la humanidad, debido a su inteligencia. Asimismo, es innegable la renuencia de la gente al cambio que, en Colombia, estaba anunciado desde fecha inmemorable, por la inconformidad popular provocada por los malos gobernantes siempre descendientes de las mismas familias o por aquellos que obtienen el visto bueno de tales clanes.

No se puede ignorar que tal situación es tan antigua como la existencia de la humanidad que, afortunadamente, se ha mejorado a través de las luchas sociales que, paulatinamente y con grandes sacrificios han erradicado muchos mitos teológicos y místicos, además aquellas de índoles étnicas y de linajes, entre otras condiciones muchas de ellas discriminatorias.

Hoy en día la lucha principal es lo concerniente a dos ideologías,  la del capitalismo salvaje también conocido como de extrema derecha, y la del socialismo comunista o extrema izquierda, con base en los modelos económicos. El capitalismo salvaje o neoliberal propende por el empequeñecimiento estatal, en donde predomine la economía privada. 

La ambición de los de ideologías de izquierda es el estatismo; es decir, tendencia que exalta la plenitud del poder del Estado en todos los órdenes.

En realidad, estos dos modelos económicos, per se, no son protervos. Lo nocivo es la codicia de los gobernantes arribistas; obviamente, totalmente proclives a la corrupción especialmente aquellos partidarios de que el fin justifica los medios; por consiguiente, todos aquellos que obtengan riqueza, sin importar la procedencia, son adulados y admitidos en todas las esferas.

Si bien es cierto que en todas las latitudes del mundo persiste la corrupción, en Colombia, por la eternización del conflicto armado interno, la ilegalidad se volvió costumbre. Y el narcotráfico como principal fuente de ingreso permeó  todos los ámbitos oficiales y privados. A lo cual tampoco escaparon los grupos subversivos, tales como las diferentes facciones guerrilleras y paramilitares que pululan en nuestro país a pesar de los múltiples acuerdos de desmovilización firmados con diferentes gobiernos.

Los políticos tradicionales de Colombia nunca creyeron que un guerrillero indultado llegaría a la presidencia de la República por elección popular, creyeron que lo impedirían por el poder que aún tienen, tanto el económico como el burocrático. Muchos de la ultraderecha no han querido aceptar la realidad de que Gustavo Petro es el presidente de Colombia, y que está gobernando mucho mejor que sus antecesores, a pesar de la despiadada oposición  propietaria de la mayoría de los medios de comunicación. 

El torpedeamiento ha sido bárbaro, pero los que votamos por el cambio confiamos en que mantenga su firmeza de carácter, porque el cambio que llegó con el presidente Gustavo Petro es como la justicia, tarde o temprano será efectivo y contundente. Ya se está viendo, el dólar ha disminuido a menos de 4.500 pesos, menor valor cuando asumió la presidencia el 7 de agosto de 2022. Está demostrando su preparación y capacidad política. Sin duda alguna, el 7 de agosto de 2026 Colombia será un país mejor y sin retorno a la pésima situación que estaba al inició del cuatrienio de su mandato gubernamental.     

Por José Romero Churio

Categories: Columnista
Jose_Romero_Churio: