Soñar se vale cuando hay esperanzas. Por eso Alfonso Giraldo lo hace a ‘puro brazo’. Este hombre de 62 años, lleva 30 de estar residenciado en Valledupar y entre sus virtudes está un amplio léxico deportivo, político, histórico, y hasta social.
‘El Cacha’, como lo conocen, es oriundo de Cartago, Valle del Cauca, uno de los municipios más peligrosos de Colombia; ocupó en el 2012 el quinto lugar en todo el departamento, esa localidad que encabezó la lista de las más violentas de la región, después de Buenaventura, Tuluá, Palmira y Cali, envió a la Capital Mundial del Vallenato a un ‘salsero’ de entrañas.
Llegó como albañil, pero dejó a un lado la llana, el palustre y el metro por un cepillo de raspar hielo, las esencias saborizadas y un triciclo que se conjugaron, hace 27 años, en una venta de raspados o cholados.
En la celebración del Día del Padre, Alfonso cumple con los deseos más grandes: estar al lado de sus hijos y brindar diversión a los clientes.
Neidis, Johana, Luis y Henry, son las cuatro personas que han acompañado a este vallecaucano en el trasegar de su vida; todos estudiaron con el fruto de su trabajo y las ganancias obtenidas de las ventas diarias.
“Cuando los clientes jóvenes me pregunta si soy de Valledupar, les pregunto ¿cuántos años tiene usted?: si me dicen menos de 30 entonces les digo que soy más vallenato que ellos…”.
Todos los días se levanta a las 4:30 de la madrugada y a las 10:00 de la mañana está en las calles, en una moto-carro que adquirió hace dos años, poniendo ‘sabor’ a la vida de estudiantes, deportivas, adultos y hasta ancianos con sus característico ‘cholao’.
Comenzó a vender en los años en que Colombia se valía del centavo. 20 y 30 centavos eran los precios de los rapados; aunque el tiempo ha pasado muy rápido, Alfonso lleva escrito en su memoria como era la comuna Cinco: “aquí no existían casas y por todo este sector (Los Cortijos) estaba nada más el barrio Las Gaviotas. Yo he visto construir en más de un pedazo de tierra”, dijo.
En Cali, el raspado lo conocen como copito de nieve o ‘cholao’ caleño, así lo declara ‘El Cacha’ al ver como este gusto se ha trasladado a todas las ciudades de la Costa Atlántica, especialmente Cartagena, Santa Marta, Barranquilla y Valledupar.
“Yo quiero a Valledupar, además no me ha ido mal. MI casa y el lote donde vivo es comprado y construido con mucho trabajo (vive en La Victoria)”.
Alfredo es práctico, atento y rápido. Antes de ofrecer el servicio le pone un toque de humor a la charla con los clientes, quienes encuentran en él la opción de disfrutar tutti frutti, cholados, jugo de naranja y agua con hielo raspado.
Hasta para hablar de política e inversión social se presta. Se encuentra al tanto de todo lo que sucede en Valledupar y Colombia: “A mi parecer le invierten muy poco a esta ciudad, le falta mucha inversión a este Valledupar por los gobernantes”.
Hace más de 15 años Alfonso no va a Cartago, piensa hacerlo ahora que está en contacto con un hermano, pero no hay fecha definida.
Por ahora seguirá recorriendo las calles de ésta ciudad ofreciendo cholados de cola, piña, chicle y tamarindo, abriendo un camino que no pudo arar en Cartago, que al final encontró el horizonte en Valledupar, donde gusta el cholado más tradicional; cola con piña y lechera.
“Yo soy de la segunda ciudad del Valle del Cauca, Cartago, es la ciudad más violenta de Colombia”: Alfonso Giraldo.
Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
carlos.jimenez@elpilon.com.co