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El Caballo

Existen evidencias de que los rudimentarios antecesores del caballo, dejaron muestras de fósiles encontrados en Norteamérica y posteriormente a través de la cadena evolutiva se asomaron en el oriente de Europa ya con las características físicas que muestra hoy en día.
Se le atribuye su domesticación desde 2000 años A.C., a tribus nómadas que viajaban a las regiones entre el Mar Caspio y el Mar Negro, siendo empleado desde entonces en actividades bélicas como defensa y ataque, en guerras y en combates individuales como los caballeros de la Edad Media.
Muchísimo antes de la aparición del motor, fue el caballo un elemento de gran importancia en el progreso de la humanidad, ejerciendo las labores de transporte, fuera halando grandes carretones o lujosos carruajes, como también ambulancias, carros de bomberos, y hasta el tiro del arado en el campo.
Los grandes conquistadores y guerreros de la humanidad siempre acompañaron su paso victorioso sobre un caballo, como recordamos al Palomo del grandioso Simón Bolívar; Bucéfalo, compañero por 20 años de Alejandro Magno; Arriero, el caballo español que utilizó Hernán Cortés en la conquista de México; Babieca, el legendario corcel montado por el Cid Campeador Don Rodrigo Díaz de Vivar cuando derrotó a los Moros en el sur de España; Cirus y Marengo, los dos caballos utilizados por Napoleón en sus batallas; y hasta en la mitología griega encontramos a Pegaso, el caballo alado de Zeus, el primero que estuvo entre los dioses. Imposible olvidar a Rocinante, el cómplice de las fantasías bélicas de Don Quijote de la Mancha.
A esto podemos sumarle, el importantísimo protagonismo que tiene el caballo en deportes como el Polo practicado sólo por millonarios; las carreras en hipódromos y el Salto Alto, considerado el deporte ecuestre más espectacular del mundo, que se remonta a la cacería del zorro en la Gran Bretaña. Se mantiene aún vigente como actividad cultural y deportiva, el Rejoneo en la madre España, que consiste en lidiar un toro a caballo.
Por otra parte, en deportes de profunda raigambre popular encontramos en nuestro medio el Coleo, practicado principalmente en los Llanos Orientales; El Garrocheo de las corralejas sabaneras; y en el extremo sur del continente, El Pato, que juegan los gauchos en las pampas argentinas.
Los juglares del Vallenato no han sido indiferentes al caballo y así encontramos al Alazanito de don Tobías Pumarejo, El Troyano, del autor sabanero Severiche Vergara y el caballo Liberal de Pacho Rada.
Existen en nuestro país una verdadera devoción por los caballos de trocha y paso fino, modalidades de factura nacional promovida por un selecto grupo de caballistas, quienes mantienen estrechos vínculos afectivos, donde la admiración y el respeto le dan altura a esta actividad, que si bien es cierto en algún momento tuvo alguna censura, hoy es alentada por verdaderos caballeros.
En la Exposición Equina Grado A, que se acaba de celebrar en Valledupar, la asociación de caballistas del Cesar, Riendas, le rindió un póstumo homenaje al joven Carlos Guillermo Oñate Castro (Memo), quien por sus calidades humanas y sana pasión por los caballos se hizo merecedor de ésta distinción, dejando una sensible huella de lealtad y compañerismo entre los miembros de esta cofradía que hoy es orgullo de Colombia.

Julio_C._Onate_M.: