“Únete al baile
De los que sobran
Nadie nos va a echar de más
Nadie nos quiso ayudar de verdad”
El inicio de cada año en el departamento del Cesar ha visto una práctica reiterada: las marchas y protestas estudiantiles que exigen recursos para subsidiar la demanda de acceso a la educación superior. Coherente con la crisis económica que se vive en el territorio, profundizada por los efectos de la pandemia, el auxilio que piden los estudiantes es cada vez mayor y requiere de medidas extraordinarias por parte del gobierno departamental.
No plantear soluciones oportunamente a un problema social que además de previsible, ha sido por años recurrente, denota la entronización de la práctica clientelista que se institucionalizó en nuestro departamento.
El clientelismo es el patronato ilegal que se configura en la relación entre quien tiene el poder de manejar los recursos públicos (patrón) y las personas que tienen la necesidad de ser atendidos con ellos (clientes). En esta relación desigual, el primero aprovecha su poder para obtener favores electorales, a cambio de hacer lo que es su obligación como funcionario público.
El estancamiento en la pobreza y la escasez de oportunidades que han vivido los jóvenes cesarenses, especialmente en la última década, es la muestra perfecta de la práctica deliberada de no resolver los asuntos de fondo, para propiciar el clientelismo. Tal como en la canción icónica de los años 80, miles de jóvenes egresan del colegio a enfrentarse a la frustración de tener pocas posibilidades de estudiar o trabajar en este territorio desigual.
Es canalla no atender estas necesidades sociales imperativas y determinantes para el presente y futuro de nuestra región y para evitar el naufragio de los sueños de miles de jóvenes y sus familias; mientras muy descaradamente con el aspaviento de su séquito de aduladores, el gobernador (patrón) sale a anunciar como gran logro la noticia de que le invertirá más recursos (en plena pandemia, cuando no se usan los estadios) al entuerto del estadio de futbol de Valledupar y a otros malecones y parques más.
A todas las personas que a través de esta deleznable práctica son llevados al “baile de los que sobran”, les pido que por favor cuando aparezcan los recursos, identifiquen como un vulgar clientelista al que se presenta como generoso benefactor.