X

El atraco perfecto

Por: Jose Gregorio
Dedico esta columna a todos los atracadores de Santa Marta y pueblos circunvecinos, con afecto.
Me encontré el sábado pasado con un gran amigo, Jaime Cortes, y me cuenta Jaime que a su hermano lo atracaron de la manera más hermosa posible. Fue algo jamás visto en este sector del mundo.
– “Si todos los atracos fueran como este; hasta yo me dejaría atracar”- me dijo casi con la mirada húmeda –  ojalá me atracaran de esa forma todos los días,- remató.
José Darío, sin un peso en el bolsillo, sale a buscar prestado para un pasaje de buseta; pues tenía que ir a cobrar un dinero al centro. Alguien, no se quien, le prestó un solo trayecto (el de ida) el de regreso lo tomaría del dinero que le pagarían. Entonces se pone su chaqueta de cuero, ya se le podían ver los años, en un tiempo fue negra, ahora era difícil atinar con su color inicial; y sale a cobrar su dinero.
Ese día el sol no quiso salir, había llovido torrencialmente, pero de un momento a otro cesó. En el bus iba planeando lo que haría con el dinero;  su prioridad era pagar en la tienda y volver a surtir la alacena. La situación no era la mejor, pero su fuerza de vida eran los tres hijos que levantaba. De Fontibón al centro de la capital está retirado, así que decidió dormir un rato. En efecto al llegar al sitio y después de cuatro horas esperando le pagan el dinero, con tan mala suerte que le pagaron con un cheque cruzado; es decir, seguía con cero efectivo. Entonces surge la pregunta del millón: ¿en que me regreso a casa? Pensó, y se respondió el mismo en voz alta, para escucharse bien “pues caminando” sabía que eran mínimo tres horas de camino. Emprende la caminata, con su maletín ejecutivo llenos de planes de viajes que vendía, y en la cabeza guardaba una preocupación del tamaño de la necesidad que atravesaba. Caminaba y descansaba, la sed y el hambre hacían presencia; en el fondo quería salir corriendo y dejar todo tirado en este mundo, pero no lo hacía por sus hijos; fue levantado en una familia de principios. De repente, siente frenar tras de él una moto de alto cilindraje; era un hombre vestido todo de negro, con un rostro confuso bajo un casco que parecía más de astronauta que de motorizado. El hombre desenfunda una pistola, lo apunta, y le dice: dame el portátil que llevas en el maletín si no quieres que te mate. José Darío aburrido de la vida le tira el maletín a la mitad de la avenida; el hombre lo mira
– estás aburrido de la vida gran hp…
– Si y qué, máteme pero ya.
– Deme el dinero que llevas en la billetera, pero para ayer es tarde gran perro.
José Darío saca del bolsillo derecho trasero su billetera y le la estrella en el suelo.
– Estas aburrido de la hp vida? -Le dice el atracador- él lo mira y le afirma con la cabeza, luego sale un grito de su boca:
– ¡si gran hp, estoy aburrido, máteme pero ya- lo tomó por la mano para hacerlo activar el gatillo, y hacer efectiva la amenaza; es cuando el atracador se asuste y le pregunta:
¿Que le pasa hermano, por que esa actitud?. Estoy aburrido de la vida (revienta en llanto) no tengo trabajo, no llevo plata para la comida, me acaban de pagar con un cheque cruzado, y en la casa me esperan mis tres hijos y mi mujer esperanzados que llevo plata para la comidita, y… nada hermano, no llevo nada.
Es cuando el atracador lo invita a sentarse y comienza a consolarlo, aun con el arma en la mano
– Cálmese hermano no llore, esto está duro mano- le dijo el atracador condolido.
Entonces se guarda la pistola en el cinto, y se mete la mano al bolsillo, y saca un billete nuevo de cincuenta mil pesos.
– Tome hermano llévese para la casa
– ¡Yo no quiero plata de usted! Le gritó José Darío
– Que se la lleve no joda, no entiende- le dijo  sacando nuevamente el arma y apuntándolo le repetía: que se lleve la plata carajo.
Para no alargar la historia, el atracador después de tanto insistirle, José Darío aceptó llevar la plata y de paso el atracador lo llevó hasta la puerta del edificio donde vive. Este si es un atracador, así los necesita Colombia, ojalá todos cogieran ejemplo.
Esta es una historia ocurrida en Bogotá cualquier día, de cualquier mes del año 2010. Esa historia me confirma que los bandidos también tienen sentimiento, los únicos bandidos que carecen de ello son los políticos, que se llevan la tranquilidad de los menos favorecidos.

Categories: Columnista
Jose_Gregorio_Guerrero: