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El árbol de mango de la plaza

En estos días que los ambientalistas han puesto sus ojos en el palo de mango de la plaza, considero prudente la publicación de este artículo por su vigencia.

El árbol de mango de la plaza ´Alfonso López´ es un verde monumento defensor de la vida y la contaminación, su follaje es alianza de reposo en los zapatos rotos de cansancio y atavío frondoso de encuentros y tertulias.

El árbol está enfermo, pero no de vejez; está enfermo de olvido. Se olvidan que está rodeado de cemento y tienen que remover la tierra y renovarla con nuevos nutrientes. Se olvidan que le caen parásitos y sus raíces necesitan agua, oxígeno y minerales. Los árboles de mango pueden vivir más de trescientos años, y éste apenas tiene 83 (fue sembrado por Eloy Quintero Baute el 7 de agosto de 1937).

Este árbol es un símbolo de la vallenatía. Es una referencia de medida para la concurrencia de la gente en la plaza. Si hay un evento en la tarima “Francisco el Hombre” se considera exitoso, si la multitud pasa más allá del palo de mango.

El mango es originario de la India, por eso su nombre científico es mangífera índica; por tener semillas, flores y frutos pertenece al grupo de las plantas angiospermas. Al observar bien la forma predominante de su fruto pueden comprobar que se asemeja a un corazón, por ser de la familia de las anacardiáceas.

En India le llaman “fruta del cielo”, y “el árbol de los deseos”. Las antiguas leyendas hindúes dan fe de su antigüedad y de la importancia para ellos. Por ejemplo, dicen que el rey Akbar, quien gobernó India hacia el siglo XVI, poseía una plantación de cien mil árboles de mangos. Hay una leyenda que pone el acento en el supuesto carácter sagrado, y es aquella que sostiene que Buda se sentaba a meditar a la sombra de un árbol de mango.

Afirman que en manos de navegantes portugueses llegó a América, y la primera mata de mango la sembraron en Brasil a finales del siglo XVIII. Estudiosos venezolanos de la botánica advierten que en 1869 ya se observaban frutales de mangos en el valle de Caracas; y también, por estos años ya había algunos cultivos similares en los valles del caribe colombiano.

Son muchos los lugares tropicales óptimos para cultivar mangos y recoger sus frutos en cierta época del año; pero Valledupar es su tierra bendita, los bioelementos abundantes en este suelo, el agua permanente y la música de acordeones y guitarras son factores favorables para que los árboles de mangos den frutos todas las épocas del año.

La tentación de comer mango es irresistible e incita a la invasión de la propiedad ajena donde está sembrado, por eso en Valledupar ha sido sacado de los patios para las calles y los parques. No existe alguien que no se rinda ante su inigualable aroma, ni quien se atreva a renegar de su dulce sabor y sus fibras.

El árbol es de tronco leñoso que esparce sus ramas a los sonidos del viento. Expertos hacen referencia a las virtudes nutricionales, entre las que destacan el aporte al organismo de antioxidantes, vitamina C y B5, magnesio y fibra. Además, es un fruto bajo en calorías, de fácil digestión y que contiene gran cantidad de agua.

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