En el año 1990, en mi calidad de Ministro (E) de Energía en mi discurso de instalación de un congreso latinoamericano de energía, que tuvo lugar en Santa Marta, planteé dos tesis que se apartaban de los paradigmas del sector eléctrico por aquellas calendas. La primera, aunque controvertida para la época, hoy lo es menos: el agua, merced al cambio climático había dejado de ser un bien libre para tornarse en un bien económico y fui más lejos al sostener que el agua había dejado de ser un recurso renovable. Tesis esta que he venido desarrollando y corroborando con el paso del tiempo.
La segunda, que los planes de expansión de generación eléctrica privilegiaban el mínimo costo al momento de priorizar los proyectos a ejecutar, pero para mí, sin soslayar dicha variable, era mucho más importante el mínimo riesgo y propuse introducir esta otra variable en la ecuación.
Pero, como dice la canción Pedro Navaja de Rubén Blades y Willie Colón, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. No estaba en mis planes aspirar y ser electo Senador de la República en 1991 y mucho menos que como miembro de la Comisión V del Senado me correspondería coordinar la subcomisión que investigó las causas del racionamiento del servicio de energía eléctrica, más conocido como el apagón, el cual fue una verdadera pesadilla, que se prolongó durante casi un año, amén de establecer sobre quienes recaería la responsabilidad de semejante desaguisado.
Me encomendaron la tarea de redactar el Informe final de la investigación que adelantamos sobre la crisis eléctrica del país y de paso establecer las responsabilidades ya fuera por acción u omisión. Si bien lo que precipitó tan drástica como costosa medida fue el fenómeno de El Niño, pudo más la imprevisión, la improvisación, los errores de cálculo y cómo no, la corrupción, que puso su cuota – parte. Al final, rodaron muchas cabezas, porque el presidente Cesar Gaviria tomó drásticas medidas, las cuales fueron anunciadas en horario triple A de la televisión nacional.
Además de la falla en la planeación del sector y la subestimación del costo racionamiento de energía al darle al agua valor cero, al estudiar las causas del racionamiento salieron a flote varias irregularidades, entre ellas la falta de mantenimiento de varias de las plantas térmicas, de modo que cuando se les requirieron varias de ellas no estaban operativas, el descalabro del proyecto de construcción de la hidroeléctrica de El Guavio, el cual, además de los sobrecostos injustificados, no entró en el tiempo previsto. Y de remate, de manera improvisada e improvidente se importaron en volandas al país dos barcazas generadoras que nunca generaron un solo kilovatio, fue un fiasco total, agravando aún más la situación ya de por sí compleja. Una de las lecciones aprendidas que nos quedó de este apagón es que la energía más costosa es aquella de la cual no se dispone justo en el momento que se requiere.