Se movieron las redes sociales el pasado fin de semana, reclamando una vez más por el estado de atraso en que se encuentra la construcción del estadio de fútbol de Valledupar, luego de haberle invertido varias decenas de miles de millones de pesos en el gobierno anterior y otro tanto más ya tramitándose en este.
Y la verdad es que esta modalidad de comunicación constituye el único medio por el que se puede manifestar espontáneamente cualquier ciudadano, sin que los tradicionales medios periodísticos utilicen el eufemismo informativo para disfrazar el agujero negro en que se ha convertido la ejecución de las grandes inversiones del departamento del Cesar.
Un amigo dice que así como a los plátanos los envuelven en papel periódico para que se maduren más rápido, a los cesarenses nos invaden con publicaciones de prensa para convencernos de que las millonarias inversiones son muestras de una fecunda capacidad de gestión del gobernante patrocinador y no la sencilla ejecución de un jugoso presupuesto financiado con nuestras regalías del carbón, luego nos catequizan diciendo que es lo más normal del mundo el fracaso de la aplaudida obra cuando los gastos directos y ‘extras’ la desfinancian y ahora nos quieren seducir para que aceptemos inexistentes construcciones adicionales, cuando realmente éstas ya se había contratado pero el recurso se gastó en otra cosa. Léase ‘esa plata cogió callejón’ como dice otro amigo.
Infortunadamente la desconfianza del periodista frente al político, las solitarias denuncias públicas de personajes anónimos y las quejas documentales de las veedurías ciudadanas también desaparecieron en el campo gravitatorio del agujero negro y hoy la misión de los organismos de control del Estado son un saludo a la bandera y alimento a la incredulidad de los que creen que aparte de la divina, no hay justicia. Es así que los pillos siguen comprando casas por docenas, organizando bacanales pagas con el dinero de los pobres e imponiendo sus condiciones en las diferentes esferas del poder público.
Afortunadamente, aún ante el silencio de los organismos de control del Estado, persisten veedores comunitarios con valor civil para recordar que la construcción de la Universidad Nacional y otras obras se ejecutaron con interventorías ineficientes, las cuales legalizaron gastos incuantificables, como por ejemplo movimiento de tierra y trabajos subterráneos, todo en una preconcebida estrategia de que se pudieran inyectar los recursos que inicialmente se tragó la corrupción.
Ojalá estas voces encuentren eco en el ciudadano de a pie, quien en últimas es el realmente afectado por el desgreño administrativo que fortalece bolsillos particulares, mientras sacrifica la satisfacción de necesidades básicas colectivas y es quien puede con la fuerza del voto imponer democráticamente un gobierno donde el beneficiario de las inversiones públicas sea él mismo y no unos cuantos que acumulan fortunas sobre la ignorancia, el hambre, la enfermedad y muerte de los que utilizan para legalizar elecciones. Atrévete a pensar en ti, es agradable. Un abrazo. –