El vocablo África es de origen púnico (fenicio) que empleado por los romanos se generalizó en su uso, pero sólo para el norte del continente negro. El sur del desierto del Sahara se llamaba Etiopía desde los tiempos del historiador griego Herodoto.
El término aithiops equivale a “rostro negro”. Los romanos distinguían entre libios (blancos) y etíopes (negros).
Hubo una época en que se designaba como Guinea a todo el continente. Tal nombre fue tomado por los portugueses de los bereberes marroquíes que la llamaban Akaln-iquinawen que corresponde a “tierra de negros” en un dialecto de éstos.
El término África se generalizó finalmente para todo el continente.
En América, la primera etapa esclavista en la época hispana, se hizo con el apresamiento de indios por la soldadesca auxiliada con perros amaestrados. Escaseados los objetos de oro y plata, la Conquista entonces adquirió caracteres de barbarie. Bandas de asaltantes apresaban a miles de indígenas para venderlos como esclavos en servicios caseros, mineros, de cría y cultivos y de pesca de perlas.
La debilidad de ellos para tales trabajos, trajo en corto tiempo la disminución de más del ochenta por ciento de su población. La Orden Jerónima de la isla La Española y el obispo de Chiapas, Méjico, Bartolomé de las Casas, clamaron por el envío de negros bozales con urgencia para suplir a los nativos casi exterminados en la violencia del genocidio y el agotamiento por los trabajos forzados, principalmente en la Costa caribe.
Pese a la endurecida negativa del cardenal Cisneros, para 1518 Carlos V concede los primeros contratos llamados licencias, al flamenco Lebrassa, para introducir negros traídos de África. Desde entonces se desató el tráfico y el contrabando de esclavos en América.
Los barcos de los asentistas por más de trecientos años cruzan el océano en su comercio de carne humana. Hubo licencia para alemanes, portugueses, ingleses, franceses y finalmente se dejó el tráfico libre con el advenimiento al trono español de Carlos III, ya en la dinastía de los borbones, hasta cuando Napoleón Bonaparte invadió a España y se desvertebró el vínculo entre los peninsulares y sus puertos de América.
Haciendo una recapitulación apretada sobre ese tráfico negrero, anotamos lo siguiente:
En 1528 Enrique Einger y Gerónimo Sayller, alemanes, ajustaron un convenio con el rey de España para traer 4.000 negros en cuatro años, más el monopolio del negocio. Ocho años después se comprometen a traer 4.000 negros de los cuales la tercera parte debían ser mujeres.
Entre los años 1532 a 1580, por Real Cédula se privilegia para la importación a María de Toledo, que los transfiere a Melchor de Carrión, Diego de Arana y Fernán Sánchez Delvo. Treinta ducados recibía la Real Hacienda por cada negro traído o “pieza de indias” como se decía entonces. Los esclavos procedían de Guinea y de Cabo Verde (actuales territorios de Sierra Leona, Gambia, Benín, Malí, Togo, Senegal, Costa de Marfil, Liberia) de las tribus de yolofos, barbasí, biafáras, brane y mandinga. Se calcula que para esta época se trajeron 25.000 negros.
Después en 1580, el rey Felipe II le da privilegios de importación de negros a sus nuevos súbditos los portugueses. Pedro Gómez Reinel por una licencia se obliga a traer 38.250 negros de Santo Tomé y Angola. Cartagena fue punto preferido en el tráfico, después fue reemplazado por Juan Rodríguez Couthino, gobernador de Angola, para importar 4.250 esclavos en nueve años a las colonias de América.
Hubo otros portugueses beneficiados con este contrato como Antonio Fernández Delva, Melchor Gómez Ángel y Cristóbal Méndez de Sossa en 1631. Durante el periodo de los portugueses se destaca la presencia de nativos de Guinea, más exactamente de las tribus brane, biafara, buñola, mandinga, falupa, bihoa, yolofa y nula. De África occidental entraron lucumíes, ararás y carabalíes. De la zona bantú predominaron los angolas seguidos de los congos.
Durante el siglo XVII los holandeses desalojaron del suelo africano a los portugueses y por asalto se tomaron la isla de Curazao y la convirtieron en centro de acopio negrero y de contrabando. Para frenar esta situación la Corona española hace contrato con Domingo Grillo y los hermanos Lomelín para introducir 24.500 piezas de indias.
Después fueron admitidos como asentistas Antonio García y Sebastián Siliceo, Nicolás Porcio y Baltazar Cayman. La procedencia de los esclavos eran de la tribu mina de la Costa de Oro, carabalíes de Biafra y bantúes de Angola y del Congo.
En 1675 se funda la Compañía de Cacheo para explotar comercialmente la venta de esclavos, otra vez con portugueses. El auge se hace de las tribus ardas, araraes, lucumíes y minas.
Los ingleses durante treinta años lograron el monopolio negrero hacia las colonias hispanas de América. Su Majestad Británica adquirió el compromiso de comerciar 144.000 negros a través de la Compañía Real de África y la Compañía del Mar del Sur. Cuando llegó la Guerra de la Oreja de Jenkins en 1739, termina la actividad esclavista de los británicos. En este periodo se comercia esclavos ibos, angolas y mozambiques.
Después, los criollos americanos comerciaron negros hasta cuando decayó la actividad con la emancipación de las colonias.
Nos limitaremos a traer algunos africanismos propios de Costa caribe colombiana, dada la magnitud de los vocablos negros asimilados en el idioma castellano en otras partes de América. Son ellos:
Añangotarse.
En Cartagena y la Costa el vocablo ñango equivale a coxis. La expresión añangotarse ponerse en cuclillas. Es un vocablo bantú que se usa en Katanga.
Bololó. Vocablo kikongo que significa algarabía, alboroto, multitud.
Biche. Vocablo bantú que equivale a fruto verde, tierno, sin sazón.
Bitute. Del dialecto bujeban (lengua de Guinea española). Es una mazamorra con coco. En la costa norte de Colombia se asimila a comida.
Biranga. No hay precisión lexicográfica del vocablo. Es una bebida compuesta de panela con jengibre. En otras partes es una papilla de plátano maduro con leche.
Bemba. Boca de labios gruesos o labio inferior abultado. La voz no tiene precisión lexicográfica.
Binde. Voz angoleña que significa piedra de fogón, lo que equivale a “tacán”, voz indígena de los indios tainos del Caribe.
Cabungo. Vocablo tuareg que designa cierto tipo de res pequeña traída del norte de África.
Cacimba. Pozo de agua natural, generalmente a la orilla de un arroyo o del mar. No hay precisión lexicográfica.
Conga. Vocablo kikongo que significa canto, canción. También fue un baile que tuvo auge en Cuba.
Cumbia o cumbiamba. Baile de la Costa Atlántica con elementos indígenas, español y africanos. El vocablo congo ngoma, nkumbi, es tambor.
Cancamán. En Palenque de San Basilio equivale a hechicero, individuo de mucho poder. Parece ser un vocablo quimbundo que traduce señor, mandamás.
Cucayo. Vocablo de la radical congo koko y yume que equivale a quemar, asar.
Guarapo. Voz angoleña que equivale a bebida alcohólica hecha de panela fermentada.
Guandú. Corresponde a un arbusto con vainas pequeñas que contiene guisantes de color verde. La clasificación científica es Cajanus indicus. Es vocablo de origen bantú.
Chócoro. En el dialecto ibo corresponde a cosa vieja. En Palenque la palabra chocorito es un pedazo de plato roto.
Guarrúz. Sedimento espeso que queda de una bebida. Aún no tiene clasificación dialectal.
Grajo. Es una voz carabalí que equivale a mal olor de sudores.
Marimba. Instrumento musical con una caja de resonancia. También se llama marímbula como se dice en el Palenque de San Basilio.
Monicongo. Es un bantuismo que en el siglo XVI equivalía a “rey del Congo”. Después se asoció con dibujos infantiles de personas.
Mondongo. Voz imprecisa pero africana. Designa todo el conjunto de víceras de una res o animal. Sopa hecha con patas de res y panza.
Mafufo. Mata de hojas anchas que su raíz es un rizoma comestible en la Costa Caribe. No tiene precisión lexicográfica.
Maranguango. En la Costa caribe equivale a bebedizo, filtro amoroso usado principalmente por las mujeres para atraer hombres. Los brujos mayomberos llaman al caldero mulúnguángua. Se precisa que es un vocablo bantú.
Musengue. Especie de plumero de hebras hechas con cogollos de palma de vino. Se utiliza para espantar insectos. Deviene del quimbundo muxinga. En el Congo significa látigo para fustigar a los negros.
Motete. Se usan en el sentido de pertenencia de trastos, bártulos. En regiones del Congo y Angola es un vocablo bantú usado para designar un cesto para llevar cosas.
Zungo. En la costa norte de Colombia equivale a calungo, que traduce sin pelos entre los animales y lampiño entre las personas. También equivale a mohoso, lustroso. Es una voz bantú.
Por: Rodolfo Ortega Montero / El Pilón