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El afán gobierna nuestras vidas

No en vano pasamos de un mundo dominado por la metáfora del reloj a otro determinado por las figuras de las nubes, esto es por la velocidad del satélite, si es preciso interpretar al nobel de la literatura colombiana, Gabriel García Márquez.

Ya no es práctica de nuestras días escuchar, pensar o crear, atrapados por la tecnología informática, porque el boom es chatear y apelar a las redes sociales, por cuanto más del 70% de la información llega a través de los medios digitales.

Ya en Japón les asignan un sueldo a los profesionales para que escuchen. Es la profesión más lucrativa, pagarles a personas con título universitario para que conversen con adultos mayores, desesperados por ser escuchados, que necesitan narrar sus experiencias o exteriorizar sus aflicciones.

En China los falsos amantes también son personas con altos estudios, dedicadas a sorprender maridos o mujeres infieles, pero les pagan bien. Por lo general toman como señuelo a universitarias de 17 a 21 años para seducir y comprobar la integridad de las parejas, infidelidad que en las mujeres ronda el 14% y en los hombres el 34%.

Retomando el texto inicial y el título de la columna, el afán, la prisa, el estrés y la ansiedad de un mundo tribulado nos lleva a comer sin degustar, a tocar sin sentir y a escuchar sin oír, sensación que se percibe cuando decimos que el tiempo vuela.

Los alemanes se detienen en el fenómeno Schuman para estimar que ya el día no tiene 24 horas sino 16 porque la tierra gira más rápido en su movimiento de rotación. Algo de ciencia hay en la expresión popular: “Se fue el día en un santiamén”.

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Miguel Aroca Yepez: