A partir del año 1870 se registraron las primeras importaciones colombianas de acordeones, según consta en manifiestos de aduana de Puerto Colombia, Santa Marta y Cúcuta por vía de Venezuela.
Una vez que ya el acordeón antecedido por las gaitas indígenas comienza a interpretar los frutos musicales de nuestro mestizaje surgen verdaderos virtuosos que le van inventando cada quién con su sello personal y surgen estilos, escuelas y dinastías que lograron edificar el edificio de lo que es hoy conocido como vallenato, donde muchos han trascendido por su ingenio, talento y rebeldía y así, Francisco el hombre tocando el credo al revés, el ciego Buenaventura Rodríguez enseñó la cirugía del acordeón, Luis Enrique Martínez descubrió el tesoro que oculto traía en los bajos, el negro Alejo le quitó un pedazo para guardar su alma, Colacho lo metió en el palacio presidencial, Pacho Rada le hizo parir el son, Landero le enseñó la cumbia, Alfredo Gutiérrez se burló de él pues según el maestro Leandro Díaz las manos de Alfredo eran muy grandes para el acordeón, Calixto Ochoa le hizo florecer un lirio rojo, Ovidio Granados le cambió la identidad, el Turco Gil le enseñó otro idioma, Juancho Rois le entregó su vida, Naferito manteniéndolo siempre en menor no lo deja envejecer, Emilio Oviedo le encontró mil voces, Felipe Paternina lo graduó en todas las escuelas, Lisandro Meza le regaló un pito, Almes Granados lo llevó a las alturas, el viejo Emiliano lo puso a sudar frío, Moralito creció con él, Chemita Ramos no lo dejó perder la trilla, el Cocha Molina y Hugo Carlos le dieron el nobilísimo título de rey de reyes, Miguel López le dio sabor a merengue, Ismael Rudas le dio un doble poder, Carlitos Rodríguez lo vistió de gala, Julio De la Ossa lo agigantó, Norberto Romero lo enseñoreó en el cafetal, con el Chiche Martínez alcanzó la excelencia, con el Pangue Maestre enriqueció la puya, Egidio Cuadrado le dio aire mundialista, el compadre Ramón le puso correas, “El pollo” Isra lo refinó y Emilianito le dio señorío y distinción paseándolo por todo el mundo.
Tremenda responsabilidad tienen los reyes vallenatos jóvenes para hacerle honores al legado que reciben de los mayores. Decía Luis Enrique Martínez: El firi fifi de los pelaos, le ha quitado el sabor al acordeón.