La región de la Ciénaga de Zapayán, ubicada en el centro del departamento del Magdalena, está circundada por los pueblos de Mal Abrigo, Moya, Punta de Piedras, Pedraza, La Pinta y Bomba, entre otros.
Allí en esta región subacuática del Caribe colombiano, la música vallenata tuvo una gran fuerza, representada por valores propios y venidos de otros puntos, atraídos por las riquezas de sus haciendas ganaderas y laboriosidad de sus gentes campesinas.
Pueblos como la mayoría de la costa Caribe colombiana sumergidos en el atraso y pobreza, situaciones que han traído consigo vivencias inverosímiles que nuestros compositores han transformado en historias mágicas, que el mundo conoce hechas canciones.
Las penumbras no se circunscribieron únicamente a la carencia de energía eléctrica a la que estuvimos sometidos hasta las postrimerías del siglo pasado, también a la espiritualidad de nuestros campesinos iletrados, que no hallaban explicación a situaciones que ellos consideraban del más allá, producto de la falta luz eléctrica.
Es un caso ocurrido en la población de Bomba, que el compositor César Marín conoció y narró en una canción que Luis Enrique Martínez, su intérprete de cabecera, grabó como ‘El abusajo’, así eran conocidas en esa población las apariciones extrañas de personas que en otras partes se conoce como espantos o brujas.
‘El Abusajo’ era una damisela infiel, que aprovechando la oscuridad reinante en la población y la inocencia de los pueblerinos, salía por las noches por las pocas calles de Bomba, vestida de blanco hasta las rodillas y de allí para abajo se cubría con medias y zapatos negros, esta indumentaria la hacía aparecer de otros mundos, como si caminara en el aire, como si levitara.
Esta visión aterrorizaba a los pocos y humildes moradores de la población, que a esa hora conversaban alegremente al vaivén de la fresca noche de las labores cotidianas del campo, sentados en las puertas de sus viviendas, al aparecer el espanto, llenos de miedo inmediatamente cerraban con tranca, puertas y ventanas, apagaban los mechones que funcionaban a base de petróleo o querosén y esconderse de lo que ellos consideraban vainas del averno, situación que era aprovechada por la bruja enamorada para amacizarse y caer loca y sedienta de amor en los brazos de su galán.
El personaje que volvía loca a nuestra bruja cambambera, que la ponía a volar, era el Inspector de Rentas de la localidad, el que cobraba los impuestos, furtivamente la esperaba en su nidito de amor, la mujer fue descubierta y echada del pueblo, del enamorado jamás se supo su rumbo.
Allá en Bomba cuando la noche es oscura
Nadie sale a la calle y el que sale es con recelo
Hay un gran abusajo que mide una gran altura
Y todos les temen porque no pisa en el suelo.
Agradecemos al cantador y decimero Joaquín Pertuz por estos testimonios, él es oriundo de Caraballo, en el Magdalena, cerca de Zapayán, testigo de estos hechos, amigo de César Marín, a quien él quiere rescatar de las fauces del olvido.