Todos sabemos cómo se maneja la política exterior de EE. UU. frente a sus intereses en el mundo, pero lo que está sucediendo en Colombia es un descaro de proporciones incalculables. La administración Trump utiliza las peores maneras para lograr objetivos que le beneficien en muchos temas, especialmente en la política antidrogas, una estrategia muy al estilo Trump, cavernícola y calculada, para intimidar los poderes legítimos del Estado y lograr beneficios puntales que pueden afectar nuestro camino hacia la paz. Las instituciones están siendo objeto de presiones por parte de los diplomáticos gringos, que citan a desayunos y cenas para persuadir votaciones y fallos.
Los primeros en caer en esta celada fueron varios congresistas con el tema de las objeciones; el resultado, al congresista John Jairo Cárdenas le retiraron la visa por no votar en determinado sentido. No conformes con esto, siguieron con las Cortes que tienen fallos muy importantes como el tema del glifosato, extradición y otras papas calientes que Estados Unidos considera prioridad nacional. Las víctimas de la visa esta vez fueron tres magistrados, dos en la Constitucional, Antonio Lizarazo y Diana Fajardo, y uno en la Suprema, Eyder Patiño.
¿Desde cuándo EE. UU. recomienda lo que tienen que hacer nuestros magistrados o congresistas? ¿Será que a Washington le gustaría que nuestro flamante embajador ‘Pacho’ Santos citara a magistrados de la alta corte para pedirles explicaciones de por qué se sigue consumiendo de esa forma exagerada la droga en las calles del Bronx o peor aún, para adelantar una reforma en el Congreso americano que beneficie a Colombia? Lo que está haciendo el embajador Kevin Whitaker es una clara intervención en las políticas de un país soberano y, lo más grave, con la complacencia del gobierno de Iván Duque, que no parece tener otra opción que seguir arrodillado, recibiendo lapos, sin alternativa alguna de revelarse, pese a la manera en la que Trump se refiere él: “Iván Duque no ha hecho nada por nosotros para combatir el narcotráfico y para impedir que siga entrando más drogas a los Estados Unidos”, sin tener en cuenta que Colombia ha sido su mejor aliado con el tema de Venezuela para sacar a Maduro. Pero la respuesta de Colombia fue enviar a la vicepresidenta Marta Lucia Ramírez a dar más cepillo en Washington, hasta “mi presidente” le dijo a Trump; se llevó por delante la dignidad de un país que exige respeto y no necesita ningún tipo de recomendaciones para adelantar su política exterior. Mientras no existan condiciones, una relación reciproca y se entienda el problema de drogas como de dos, uno que produce y el otro que consume, EE. UU. seguirá señalando, intimidando y poniendo condiciones a un gobierno que cada día se enreda más y que no ha podido con los cultivos, el tráfico y la problemática social en los territorios, porque no tiene una hoja de ruta clara y está sujeto a lo que le imponga el gigante del norte.