Hace poco veíamos con agrado al presidente de un país centroamericano haciendo gala de eso que uno llama ‘berraquera’, pues el hombre estaba entregándoles tabletas y computadores a todos los estudiantes, léase bien, 100 % de estudiantes del sector público de su país; inversión que le significó alrededor de 450 millones de dólares. Aplaudimos a este presidente y a cualquier otro que se preocupe por invertir en la educación de su país.
En el país nuestro, en el país del Sagrado Corazón, los intermediarios se hubiesen quedado con la mitad del dinero a invertir y entonces, hablando hipotéticamente, se pasaría del cien por ciento de estudiantes a entregarle los equipos, por ejemplo, a tener un cubrimiento del 40 % quizás. Y esto no es por pretender minimizar la labor de nuestros dirigentes, pero fíjense por Dios, aquí pasamos de la denuncia de una maestra en Aguachica, que filtró un video de la forma maquiavélica como ponían a posar a los niños con el mismo plato de la ‘supuesta’ alimentación que le estaban dando. Al final y para ponerle la fresita al pastel, la maestra tuvo que desaparecer para que no la asesinaran pues recibió amenazas contra su vida.
Aquí a la salud se le recorta el presupuesto, y a los médicos se les paga ‘cada que se casa un cura’, y tenemos al IDREC como ejemplo, y a los médicos del hospital Rosario Pumarejo de López que viven de huelga en huelga y haciendo plantones de manera frecuente para que les paguen dos o tres meses de los doce y más que les adeudan. Y de las clínicas y entidades privadas ni hablar, son intocables.
En el tema de las EPS, es frecuente que los usuarios deban interponer tutelas para que sus medicamentos y sus procesos de intervención de alto nivel puedan ser atendidos de manera oportuna. Incluso se someten, los directores y gerentes de las mismas, a actos de desacato y desobediencia que les genera arrestos; vemos a los abogados de estas entidades que se especializan en confundir legalmente a sus usuarios y se dedican literalmente a ‘mamarle gallo’ a la justicia y terminan haciendo lo que les da la gana; menos, obviamente, brindándoles el servicio óptimo a los pacientes. Me disculpan los juristas buenos.
Añoramos un país educado y sano, pretendemos encontrar una atención en salud adecuada y una educación de alto nivel. Ayer cuando los abuelos y padres consultaban ¿qué te gustaría ser cuando grande? nada más gratificante para ellos que oír: “Yo quiero ser médico”, “yo profesor”. Hoy el desprestigio de la salud y la educación es tan evidente que nos aterroriza pensar que nuestros hijos quieran ser médicos o maestros. No por la profesión como tal, nada más edificante que tener profesionales importantes. Eso es un orgullo.
El problema, y he aquí el pero que nunca falta, el desprestigio es tal que explicar y entender que la educación y la salud, lo que requieren es inversión más que buenos propósitos, es complejo. Sólo Eso.