El improvisado sistema de educación virtual en Colombia y otros países en el contexto universal se encuentra en proceso embrionario que requiere cambios y ajustes necesarios, puesto que deja mucho que pensar. Los resultados arrojan estadísticas garrafales y paquidérmicas en materia de fortalecimiento en los programas académicos correspondientes a la vigencia fiscal 2.020.
Como se sabe el origen de esta estrategia obedece al surgimiento de la pandemia que en Colombia inicia en Marzo del presente año, precisamente en el marco de la apertura del pensum curricular en todo el país. Si bien es cierto que la ministra de Educación con el respaldo del Gobierno nacional viene proponiendo desde hace tres meses el desarrollo de la enseñanza y el aprendizaje a manera de ‘miti-miti’; es decir, una parte presencial y la otra vía virtual, esto con la finalidad de recuperar el tiempo perdido, toda vez, que no existe experiencia en el manejo innovador de la virtualidad, tanto docentes y estudiantes se han visto seriamente afectados, especialmente estos últimos a quienes les ha sido difícil amoldarse al sistema de la modernidad, propia del mundo digital. Como consecuencia de ello, los resultados son completamente catastróficos en lo referente al rendimiento académico.
Sumado a ello, la comunidad educativa (estudiantes, padres de familia y docentes), asentada en el sector rural ha sido la más golpeada por la carencia en gran parte del territorio nacional de Internet. Como sí ocurre en las ciudades capitales. Como puede interpretarse, los padres de familia se ven en la imperiosa necesidad de comprar datos a teléfonos celulares para que sus hijos puedan utilizar el valioso sistema del Internet y así cumplan con sus tareas cotidianas. A este impasse, se adiciona la falta de cobertura por la carencia de antenas por parte de operadores en el sector rural, lo que impide una correcta captación de la señal.
Se requiere desde ya centrarse en el enfoque del propósito del proyecto de educación virtual, robustecer al máximo la inyección de recursos de inversión para éste sector, potenciar su crecimiento y ampliar todas las posibilidades camino a una vocación de futuro y de una óptica estructurada que no esté amañada a una perspectiva de reingeniería, proyectada sólo al cálculo de la emergencia y la incertidumbre que se vive por la pandemia.
Es menester diseñar estrategias de forma precisa, funcional, calculada y aterrizada, que propicien amoldar al proceso cognitivo de nuestros niños y jóvenes entorno a una renovada y moderna forma de transformación y cambio que dejen atrás el estilo convencional- tradicional.
Tenemos que emular lo bueno y abortar lo pésimo. Orientarnos en lo posible por los senderos de la revolución digital del momento. En esta visión de la aldea global, de la escuela paralela y de la sociedad informatizada, corresponde al aparato gubernamental hacer un viraje sustancial, radical al magistral esquema de desarrollo educativo. Ciertamente el Gobierno colombiano a través de las TICS (técnicas de la información y la comunicación), ha generado acciones en pro del mejoramiento de la calidad educativa, pero tal parece que las herramientas e instrumentos actuales requieren revisión.