El hecho de que el Cesar aparezca en el antepenúltimo lugar entre 24 departamentos, con un índice de calidad de la educación superior, con un 13.7%, y un índice de acceso del 15.3%, según lo reveló la evaluación hecha por el Ministerio de Educación Nacional en las diferentes regiones colombianas, prende las alarmas para que las universidades locales revisen sus planes de estudio, aún cuando tengan sus programas certificados.
De acuerdo con los resultados del Índice de Progreso de la Educación Superior (IPES), que entre otras cosas es un nuevo indicador que se ocupa de evaluar tres variables importantes, como son la (I) calidad que se mide con las pruebas Saber, (II) acceso, que se refiere a estudiantes matriculados entre los 17 y 21 años, y (III) el logro, que lo determina el porcentaje de estudiantes graduados de la educación superior, 14 semestres después de matricularse.
Ante este panorama, que ha sido ampliamente debatido en el Cesar en foros y escenarios, que siempre llegan a la misma conclusión de la urgente necesidad de cualificar el profesorado universitario y de pasar de tener una planta obsoleta en conocimiento a un equipo de alto nivel en conocimiento, el cual solo se logra con profesores de alto nivel con maestrías y especializaciones en las mejores universidades de Colombia y el mundo.
No pueden seguir los rectores de las universidades locales transmitiendo un discurso de pobreza económica, lastimero, que culpa a esa falta de dinero los resultados académicos, cuando por el contrario deben aprovechar los pocos recursos para cualificar a sus profesores o reinventarse convocando nuevos concursos de méritos, en el caso específico de la Universidad Popular del Cesar, que es la institución con mayor población estudiantil universitario del departamento, con más de 13 mil estudiantes.
Pero sí pueden las autoridades educativas, los congresistas y los gremios cesarenses apoyar las dinámicas políticas y de gestión para que el progreso de la educación superior pueda ser mejor y salir de ese deshonroso penúltimo lugar. Las universidades deben mirar con otro enfoque la educación, sin verla como un negocio, sin política ni politiquería, sino como una oportunidad para preparar a los miembros de una sociedad en el marco de la calidad, el acceso y los logros. La tarea no es fácil y estos bajos niveles de la educación superior no se superarán en un año, sino a través de un plan sostenido a largo plazo, que se trace de manera planificada y sostenida.