“Estamos compro metidos con el impulso a la Economía Naranja para que nuestros actores, artistas, productores, músicos, diseñadores, publicistas, joyeros, dramaturgos, fotógrafos y animadores digitales conquisten mercados, mejoren sus ingresos, emprendan con éxito”, dijo el presidente Iván Duque, al posesionarse.
Sus áulicos salieron a aplaudir semejante anuncio. Incluso, mis consejeros periodísticos Tíochiro y Tíonan sostienen que enseguida vieron al Alcalde de Valledupar (Tuto Uhía) que se encajó una camiseta naranja, en una clara reacción para congraciarse con Duque.
Es decir, un presidente que se echa mentiras de la creación de una economía que solo está en teoría y un alcalde que lo acompaña en reforzar esa embustería. Nunca se me olvidarán aquellas enseñanzas del otrora dueño y director del periódico El Heraldo, Juan B. Fernández R. quien en reunión de corresponsales nos decía que no había que copiarles (creerles) a los políticos tantos anuncios y promesas, porque al final eran puras mentiras.
Según CNN Español: “la Economía Naranja es un término que se ha popularizado en Colombia desde la entrada del presidente Iván Duque. Esta es una idea que defienden las industrias creativas y la cultura como un motor de desarrollo”.
En otras palabras, la economía naranja la considera el gobierno como un conjunto de actividades que “de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”.
Entonces, los compositores, acordeoneros, cajeros, compositores y los creadores de escuelas, talleres, etc. del folclor vallenato deberían ser partícipes de esos escenarios, recibir apoyo del Estado para que sus propuestas prosperen, se conviertan en una industria capaz de promover bienestar y trabajo para la sociedad, para ellos y sus familias. Es decir que, en el folclor vallenato hay muchos ejemplos de compositores y hacedores del folclor que necesitan del apoyo económico para desarrollar sus ideas, sus propuestas y también para los asuntos de empleo, porque tienen sus esposas (os) y sus hijos, tienen sus necesidades básicas.
Sin embargo, diez meses después, esas frases llenas de anuncios han quedado en un pasacalle en la glorieta El Obelisco, porque a los Juglares del vallenato ni contrato les han dado este año, en la Casa de la Cultura. De los cientos de problemas que tienen los hacedores del folclor, se hace visible en estos momentos un caso muy lamentable de un maestro del folclor vallenato quien está pidiendo a gritos ayuda económica para poder salvar la casa de los Niños del Vallenato.
Se trata de Andrés “El Turco” Gil quien ha pensado hasta en suicidarse para no seguir soportando el acoso de los paga diario y las deudas bancarias. Mientras tanto, tenemos un Estado pusilánime con funcionarios vociferando promesas y avisos insulsos, mientras nuestro músico llora de impotencia, porque el estado lo dejan solo con su pena. “Que lo salve el Chapulín Colorado”.
Estamos en una economía naranja y nuestros juglares no reciben la ayuda necesaria ni los impulsan a ser emprendedores de su música. “Esta situación se debe a que yo dependía mucho de contratos y convenios con la Alcaldía y la Gobernación, pero después de los mandatos de Luis Alberto Monsalvo y Freddy Socarrás dejé de recibir apoyo. Con esos dineros yo asumía los gastos de los niños vulnerables, porque mi misión es rescatar los niños de la calle para que no se queden en la vagancia, los traigo y aquí toman un rumbo diferente, de paz y labor”, dijo.
Por su escuela han pasado miles de niños, hoy glorias del folclor. Hasta la próxima semana. tiochiro@hotmail.com @tiochiro.