Nada ha sido más disruptivo desde la II Guerra. Y no solo por sus consecuencias en materia de salud pública, sino también por la economía. El viernes, la directora del FMI, anunciaba que “hemos entrado en una recesión”.
La pandemia ha traído, además, una caída enorme en el consumo de petróleo que, aderezada por el enfrentamiento entre Arabia Saudí y Rusia, se ha traducido en un desplome brutal del precio. El sábado, el barril Brent, referencia para Colombia, se cotizaba en US$27,87. El presupuesto del 2020 se hizo a US$67,5. Cerca del 5% del PIB nacional y el 12% de los ingresos corrientes de la Nación son generados por los hidrocarburos.
Más allá del petróleo, la pandemia tendrá consecuencias cuya magnitud dependerá de la duración y costo de la cuarentena y del tiempo de recuperación de la economía.
Por eso ha hecho bien el Gobierno en tomar previsiones para mitigar el impacto económico de la pandemia. Destina 15 billones fundamentalmente: a. La compra de equipos médicos, aumentar la capacidad de operación de clínicas y hospitales, pagar las deudas del sistema y asegurar su liquidez; b. Dar alivio financiero a las pequeñas y medianas empresas que necesiten recursos para el pago de créditos y garantizar el pago de nóminas; c. Créditos especiales a los sectores de turismo, aviación y entretenimiento y, d. Acelerar la devolución del IVA para un millón de familias, transferencias monetarias adicionales a 204.000 mil jóvenes en acción, 1.5 millones de adultos mayores, 10 millones de personas de Familias en Acción y más de 3 millones de familias que no están en programas sociales, mercados para adultos mayores que no reciben ayudas y mercados adicionales para familias vía ICBF.
Otras naciones han logrado navegar con éxito la crisis sin imponer una cuarentena nacional. Pienso, por ejemplo, en Japón, que es el país con mayor porcentaje de población mayor de 65 años. Pero es verdad que las diferencias culturales son inmensas y que hay allá una disciplina social de la que acá carecemos. Y que hay que hacer todos los esfuerzos para evitar el colapso del sistema de salud. Por eso la cuarentena ha sido una medida indispensable.
Pero la OCDE calcula que cada mes de confinamiento cuesta dos puntos del PIB. Por su parte, Fedesarrollo, en el mejor de los casos, dice que la economía crecerá 2.3% y el desempleo llegaría al 13.3%. En el escenario pesimista, la desaceleración nos llevaría a -0.4%, con un desempleo del 19.5%.
No tenemos datos que permitan pensar que terminado el período decretado de cuarentena los riesgos hayan sido suficientemente mitigados. Por eso, el Gobierno tendrá que evaluar con mucho cuidado si prolonga el confinamiento o si toma medidas alternativas. Hay cuidar que el remedio no termine siendo peor que la enfermedad.