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Duque Vs el caballo de Atila

Aunque se diga que toda comparación es odiosa, la historia está llena de parangones, pero entre semejantes. Siempre ha surgido la comparación entre Aníbal, Alejandro Magno y Napoleón por sus proezas y estrategias militares; entre San Martín y Bolívar o entre este y Napoleón. Más, comparar un ser irracional con uno racional parece descabellado. Sin embargo, haciendo una alegoría, quizás sea posible hacerlo mirando por donde han pasado. Tal parece ser el caso de Othar, el caballo de Atila, con Duque. 

Dice la historia, con algo de exageración, que Othar por donde pasaba no volvía a nacer la hierba. Igual podríamos decir de Duque; después de su gestión como presidente, será difícil que resurjan las finanzas de Colombia porque su erario quedó como el Sahara, totalmente estéril. Que la gente vuelva a vivir solo de su trabajo requerirá que las virtudes vuelvan a nacer e irriguen buenas costumbres en la Nación. 

Dice la comisión de empalme que la olla quedó raspada y se llevaron hasta la estufa, no dejaron formas para cocinar. Parece que temieran nunca más volver al poder porque en pocas horas repartieron la torta. 

Agotaron todas las reservas presupuestales de esta vigencia y de futuras; hubo lluvia de contratos y licitaciones billonarias tipo sastre e hicieron nombramiento de funcionarios para dentro y fuera del país para los amigos del gobierno; igual, muchas notarías fueron creadas y otorgadas comisiones diplomáticas para agentes policiales de seguridad de la familia presidencial y de altos funcionarios del gobierno; pensiones vitalicias para un selecto grupo cercano a la Casa de Nariño, no previstos en la ley, fueron otorgadas con la lógica del sátrapa. 

Hasta el Fondo de Estabilización de los Precios del Petróleo quebraron, así como al ICBF, lo dijo Benedetti. Una versión mejorada de la cueva de Rolando. Parece que existiera un plan macabro, mezquino y antiético para asfixiar económicamente al gobierno entrante. Pero nada está oculto entre cielo y tierra, reza un adagio; el cambio de gobierno está ayudando a desenterrar toda la basura acumulada durante el periodo que terminó, la que ocultaban con alfombras rojas y sillas doradas. Tocará contratar arqueólogos sociales para seguir escarbando. Ya se sabía lo que estaba pasando con el programa de alimentación escolar, PAE, un crimen contra la niñez y se está develando la billonaria contratación de las FF.MM y de policía con empresas de militares retirados e intermediarios anónimos; también se sabía cómo juegan con las regalías destinadas a los entes regionales y con los subsidios y ayudas internacionales para la población vulnerable; ya se sabe cómo, al comenzar la pandemia, fueron trasladados los recursos del Fondo Nacional de Pensiones de Entidades Territoriales, FONPET, desde los municipios hacia la banca privada, $35 mil millones; este rubro hace parte del Sistema de Participaciones; igual pasó en el ministerio de las TIC. Es Colombia la única parte del mundo donde se recibe un puente arrugado y otro, que cubre una vía estratégica, se calló sin estreno sin fijar responsabilidades a los contratistas; además, en la casa de “Nari” encontraron una nómina paralela de zánganos, cuotas parlamentarias y del ejecutivo. 

Ahora sabemos que el proyecto destinado a solventar a los raizales de Providencia por los efectos del huracán Lota parece más un negocio que una forzosa solución social, tratado con mucho misterio. Recuerdo que a Petro no le permitieron entrar a la isla en su campaña presidencial. ¿Qué escondían? Hoy sabemos que las casas entregadas en esa isla valen seis veces lo que deberían costar, un monumento a la rapiña; se sabe que el hospital de ese lugar, un año después, aún no está construido pese al anuncio de hacerlo en 100 días; parece que el pirata Morgan resucitó de su cueva. Hoy no se sabe qué fue más lesivo si el Lota o el proyecto de indemnización del gobierno.

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