Se celebró el pasado domingo 17 de junio las elecciones en segunda vuelta para elegir al Presidente de la República. Todo transcurrió dentro del orden y la paz, donde por segunda vez se respetó el derecho al voto de todos los colombianos. El país se movilizó en forma ordenada para escoger entre los candidatos Iván Duque y Gustavo Petro.
A las 4 de la tarde terminó la jornada electoral en total calma. La Registraduría Nacional del Estado Civil anotaba otro éxito en cabeza del registrador Juan Carlos Galindo que en tiempo record y en forma por demás rápida, sin ninguna alteración del orden público, cristalina y oportuna, daba a conocer los datos finales a favor del candidato Iván Duque. Fue la elección más sana, menos violenta, segura, tranquila y la más observada en la historia de Colombia. Fue un proceso electoral de plenas garantías y exitoso.
Si algo ha tenido un amplio y extenso reconocimiento en la jornada electoral del domingo por parte no sólo de los observadores internacionales sino de periodistas extranjeros y las mismas campañas fue el eficiente desempeño del organismo encargado de dirigir y organizar las elecciones.
Afortunadamente, pasó esta etapa electoral y con ella la fuerte polarización del país, incendiada, furiosa, llena de campañas sucias y señalamientos inescrupulosos.
La peor experiencia y reflexión que me dejan estas elecciones fue el enfrentamiento del electorado en los medios de comunicación y redes sociales en donde no se tuvo en cuenta el valor del buen nombre y esto va dirigido a algunos periodistas y ciudadanos que utilizando estos medios y quienes con sus escritos y comentarios barrieron de un tajo la honra no sólo de los candidatos sino de ellos mismos.
Pueden no tenerse bienes, ni fama, ni prestigio, pero el buen nombre de una persona es tan importante como su propia identidad. El honor está asociado a la reputación y las manchas sobre el nombre, hostigan a una persona más allá de lo debido.
Lo que antes hacía el rumor, la maledicencia o la conseja, hoy se acumula por la influencia de los medios de comunicación y las redes sociales (llámese celular). Más peligrosa que una lengua afilada e insidiosa de algunas personas es una información superficial y malintencionada. Por eso es que los buenos nombres miran con espanto a los celulares como medios de información, desinformación, calumnias y ofensas. Debería de haber algunas sanciones para aquellos que los mal utilizan.
Postdata: Solicito un respaldo total al nuevo Presidente Iván Duque.