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“Dudo, luego existo”

Un francés del siglo XVII, harto de que se dieran por verdaderas muchas cosas teniendo como único fundamento tradiciones o la simple autoridad de quien las afirmaba, decidió dedicar sus esfuerzos a la búsqueda de un procedimiento que le permitiera llegar a certezas absolutas basadas en la realidad y no en otras cosas. Para ello, comenzó por poner en duda todo lo que hasta el momento se había tenido por verdadero y someterlo al exhaustivo examen de la razón. Dudar de todo fue su consigna, pero no tardó en notar que se perdía en un océano de incertidumbre, sin ningún asidero, una idea, una realidad de la que pudiera estar seguro. De súbito, lo mismo que ocurrió con grandes místicos e iluminados (religiosos, ateos, agnósticos) de la historia de la humanidad, vino la luz a esta mente atormentada y apasionada por la búsqueda de la verdad: “Estoy dudando de todo, se dijo. Debe, sin embargo existir algo de lo cual no pueda yo dudar. ¡Un momento!: Yo estoy dudando y no puedo dudar de ello, puesto que es evidente. Además, si dudo es porque existo, debido a que si no existiera no podría dudar”. De esta manera llegó Descartes a la conclusión que ha sido repetida, comentada, malinterpretada y hasta abusada: “Pienso, luego existo”.

La duda, no siempre metódica, es una habilidad característica de nuestra especie y nada de lo que nos concierne debería escapar ella, aunque también nos debería ser inherente la capacidad de descubrir cuándo es necesario dejar de dudar. Esto fue lo que experimentaron los discípulos después de los días negros de la Pasión del Señor: Su corazón estaba destrozado, sus mentes llenas de dudas, sus esperanzas se habían quedado en el sepulcro, envueltas en sábanas blancas manchadas de la sangre de quien habían considerado un Dios.

Las mujeres y algunos del grupo aseguraban haber visto resucitado a Jesús, pero que los muertos resuciten no es algo que pueda creerse simplemente porque alguien lo afirme. Jesús apareció en medio y ellos aún dudaban, Jesús comió con ellos y la duda persistía, los dedos de Tomás se introdujeron en las llagas del resucitado y entonces encontraron la certeza. Nada ni nadie podría en adelante hacerlos dudar de que su Maestro estaba vivo: lo habían visto, habían comido con él, lo habían tocado. Se encontraron de frente con una evidencia que les serviría de cimiento para edificar sus vidas. Amigo lector, si usted tiene dudas lo felicito, ha dado el primer paso para encontrar la verdad. Ahora no descanse hasta hallar certezas y no se conforme con explicaciones simplistas. Dios que nos dio la inteligencia es la verdad que con ella queremos alcanzar.

Post scriptum: Hoy se conmemora en la Iglesia el día del Buen Pastor, porque el evangelio de la Misa nos narra la siguiente declaración de Jesús: “Yo soy el Buen Pastor, el Buen Pastor da la vida por sus ovejas”.

Tradicionalmente este día ha sido oportunidad para felicitar a los pastores de la Iglesia y de corazón hoy los felicitamos y deseamos que cada día se semejen más a Jesús, modelo y ejemplo de Pastor, en cuya persona actúan. Pero quiero llamar también la atención sobre el hecho de que “nosotros somos su pueblo (entiéndase de Dios) y ovejas de su rebaño”. ¿Lo somos? Otra vez la duda. No debemos temerle: “Dudo, luego existo”.
Feliz domingo.

Marlon_Javier_Dominguez: