Tengo el corazón vestido de fiesta. El rey vallenato Almes Granados acaba de grabarme dos canciones: ‘Canta mi alma’, con la voz de Ivo Díaz, rey vallenato del canto, y la canción inédita ‘El Santico hallao’, en ritmo de cumbia con la voz de María José Ospino, una reina del canto.
‘Canta mi alma’, una canción matizada de bellas metáforas, es un brindis a mi señora Belky Josefina Salas por la celebración de los 40 años de amor, de convivencia y felicidad. Unos de sus versos: “Hay una rama en el viento que me regala su sombra/ y la mujer que yo quiero en su mirada me nombra”.
‘El santico hallao’ es la narrativa poética de un suceso acaecido en Mariangola. Camila Durán, como era costumbre, salió con cuatro mujeres vecinas a cortar leña. Eran las 4:00 de la tarde, 3 de febrero de 1956. Cada una con su machete, un hico y un pedazo de tela que utilizaban para hacer una rodilla o soporte circular para cargar el bulto de leña en la cabeza.
En el camino, extrañadas, las cuatro mujeres observan a Camila silenciosa; raro en ella, dado que siempre era la más y mejor conversadora. Al preguntarle el motivo de su silencio, dice: “Como ayer era día de la Virgen de la Candelaria, me acosté pensando en el pueblo de Los Venados, porque dicen que la virgen fue encontrada en la Guerra de los Mil Días; sobre un monte convertido en cenizas había un matojo verde donde la imagen de la Virgen estaba, intacta en un lienzo”. Después de un breve silencio, concluye: “Tuve la revelación que yo me había encontrado un santo en Mariangola”.
Las mujeres siguieron su camino, sin mostrar mucho interés por el comentario. Minutos después cuando empiezan a cortar la leña, Camila observa el resplandor de un objeto metálico, se agacha, lo toma en sus manos y al ver la imagen de un santo grita: “¡Mujeres, vengan acá! ¡Un milagro! Miren, esta es la imagen de un santo”. Las mujeres, sorprendidas, se acercan y preguntan: “¿Y qué santo es?”.
No se le veía bien el rostro, porque está desgastado por el tiempo, sol, el agua y la candela. Pero Camila no se amilana, y comenta que en Mariangola la que sabe de santos y de oraciones es la maestra Juana. Entonces se van a la casa de la maestra y le piden que busque en sus libros religiosos la imagen del santo, para conocer su nombre. La maestra observa la imagen, y dice: “La verdad no le encuentro el parecido, quizá porque la imagen está muy deteriorada; es mejor que vayan a Valledupar y le pregunten al sacerdote”.
Camila, con gesto de respeto, le dice a la maestra: “No se preocupe, si en ese libro no aparece el nombre, nosotras le ponemos. Y como yo lo encontré, el nombre es ‘Santico Hallao’. Y desde hoy, 3 de febrero, en mi casa le haremos la velación”.
Noche inolvidable para Camila y sus cuatro mujeres acompañantes, sus familiares y vecinos (entre estos Chano Ayala, uno de los creyentes más fieles a esta tradición de la velación. Las mujeres, con un sonoro palmoteo, cantaron en ritmo de cumbia: “Como este santo no hay otro/ este santo es encontrao/ este santo de nosotras/ se llama Santico Hallao”.