Por Leonardo José Maya Amaya
El pacto
Todo hombre ama infinitas mujeres simultáneamente cada una con nombre, sentimientos y hasta perfumes diferentes; sin embargo, solo existen en algún lugar de la imaginación.
La Cofradía de los Hombres Buenos lo niega, es parte del pacto y el pacto mismo es un secreto mayor cuyos motivos y razones permanecen muy bien guardados. No se revela ni siquiera bajo tortura extrema.
En reuniones secretas hablan de sus mujeres imaginarias y se las presentan entre ellos para evitar que alguien cometa el delito gravísimo de incluir en sus listados la imaginaria de otro.
Uno de ellos, bajo el efecto delirante del alcohol incurrió en un delito grave del código. Alta traición. Cometió la increíble blasfemia de revelar a una de sus imaginarias que amaba infinitas mujeres porque traen alegrías a su espíritu y fantasías a su corazón. Ignoraba que alguien estaba atento a sus revelaciones oníricas.
Su esposa. Y lo escuchó a su lado, en pasmoso silencio. Este error le mereció un castigo ejemplar de la Cofradía de los Hombres Buenos. Le retiraron todas sus mujeres imaginarias lo que es peor que la muerte misma.
Su mujer también le tenía preparado un trago amargo. Antes de que se despertara lo abandonó sin contemplaciones.
_ no puedo vivir con un hombre infinitamente infiel, explicó después.
El error no fue contarle a una imaginaria que existen miles de ellas en la misma condición, todas lo saben y lo entienden de manera civilizada. El error fue decirlo en voz alta, aturdido por una borrachera de whisky barato al lado de su mujer real.
Desconcierto
Un hombre sueña que el jueves a las 8 PM llega al café Plaza Mayor. Se sienta bajo la terraza y se distrae viendo los niños alardear en sus majestuosas motos alquilados. Pide una cerveza. De repente una mujer hermosa de sonrisa amable y blusa plateada, absolutamente inalcanzable para sus ambiciones, se le acerca, él la invita con temor, se sientan juntos, toman cervezas y se cuentan sus historias, la noche presagiaba algo prometedor. Al final ella propone encontrarse al día siguiente en el mismo lugar a la misma.
Al otro día él no recuerda nada del sueño. Asiste como de costumbre al trabajo en el edificio frente al café, labora una larga jornada de 12 horas continuas. A las 8 PM de ese viernes cruza la plaza se sienta exactamente en la misma mesa y pide una cerveza.
Al instante ve venir la dama elegante de blusa plateada decorada en el pecho, el cabello negro intenso y la mirada decidida. Entonces, recuerda el sueño como si lo estuviera repitiendo exactamente igual. Él se aterra y empina el vaso, la chica lo mira desconcertada.
– Me estoy enloqueciendo, pensó y se marchó asustado.
Ella estaba sola, quería tomar algo pero nadie la invitó y se marchó del lugar. Muy pronto todo quedó en un recuerdo porque a veces no creemos en sueños.
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