Refiero hoy tres hechos trascendentales en la familia ocurridos en los últimos días, el grado de bachiller y el matrimonio de tres de mis sobrinos. Significa para cada uno de ellos el alcance de unas metas propuestas.
Para la familia es importante que cada hijo, hermano, sobrino y con relaciones consanguíneas obtengan éxitos, reconocimientos y cambios que seguramente van a producir bienestar y alegrías, también mucho amor. Todo contempla la educación y un patrimonio con muchos valores, porque no solo el dinero produce estatus.
El primer acontecimiento ocurrió el sábado 11 de diciembre en Codazzi, en donde se graduaron como bachiller, en el colegio Nacional Agustín Codazzi, los sobrinos Jhasir Bolaño Cotes (16 años) y Sebastián Rafael Cotes Mora (17 años). Sus padres Hugo Humberto Bolaño y Jacqueline Cotes, y Alix Leonor Cotes.
Jhasir iniciará a finales de enero del 2022 sus estudios de Medicina en la Universidad Metropolitana de Barranquilla, y Sebastián estudiará Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana en la Universidad Popular del Cesar de Valledupar.
Se enrolan estos dos jóvenes, menores de edad, a la vida universitaria en diferentes escenarios universitarios y ciudades. Parten de la vida de confort que tienen en sus casas de sus padres, a convivir con nuevas personas, nuevos ambientes de ciudad, nuevas experiencias.
Seguramente vivirán momentos disimiles, porque la vida del estudiante, aunque es maravillosa y apasionante, también resulta incómoda y nostálgica.
Igualmente, es una experiencia única, que fortalece, que lo hace crecer a uno y mucho más cuando las penurias se hacen presentes. Hoy podría contar muchas vicisitudes que yo pasé en Barranquilla, cuando estudiaba en la Universidad Autónoma del Caribe. Una vez me tocó caminar (3 horas) desde la carrera 23 con Murillo, hasta Uniautonoma (93 con 46) porque no tenía para pagar el pasaje del bus.
Fueron muchas las veces que si desayunaba no me quedaba plata para almorzar. Era costumbre que uno solo tenía para una comida y ese era el almuerzo, las otras comidas se solventaban con agua o con un vaso de avena.
Deseo a mis sobrinos Jhasir y Sebastián éxitos y mucho pundonor, que aflore el deseo por conquistar el conocimiento para el bien de ellos, de la familia y la sociedad.
El segundo acontecimiento sucedió el domingo 12 de diciembre en Valledupar, en la Iglesia Espíritu Santo. Allí contrajeron matrimonio mi sobrino Adrián Cotes Sierra y Adriana Marcela Sanjuán Morales.
Adriana (23 años) es psicóloga de la Universidad Popular del Cesar. Pertenece a una comunidad Mariana de la Iglesia Espíritu Santo. Hija de José Alí Sanjuán (+) y Angélica Morales Rosado, miembros de una tradicional y distinguida familia vallenata. Adrián (24 años) es licenciado en Filosofía y Teología. Es hijo de mi hermano Jorge Enrique Cotes Zuleta (+) y Miriam Sierra Gámez.
Fue seminarista del seminario Juan Pablo II de Valledupar. Decidió no continuar su vida religiosa cuando disfrutaba de dos años para reafirmar o desistir de su vocación sacerdotal. Se enamoró de Adriana, pero en su arraigo queda lo religioso que lleva desde su infancia.
Adrián conoció a su ahora esposa en la Universidad Popular del Cesar, en donde cursa el último semestre de Contaduría Pública.
En la tarjeta matrimonial dejaron esculpido un maravilloso mensaje bíblico: “El amor es paciente, el amor es servicial, el amor no es envidioso, el amor es decoroso, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, el amor nunca deja de ser” (1Co 13, 4-7). Muchos éxitos a mis sobrinos, que Dios les depare salud, bienestar y mucha abundancia. Hasta la próxima semana.
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