Raúl Bermúdez Márquez
La vida nos da sorpresas, como en la historia del panameño Rubén Blades. Aquella del borracho que en la esquina de un viejo barrio se tropezó con los cuerpos sangrantes y sin vida de Pedro Navaja y una prostituta, a la cual el que iba de un lugar al otro “con el tumbao que tienen los guapos al caminar” quiso hacer su presa fácil. El borracho, en medio de su postración etílica y sin inmutarse para nada, “cogió el revólver, el puñal, dos pesos y se marchó”. Y tropezando, se fue cantando desafinado el famoso coro que lleva el mensaje de la canción: “¡la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios!”.
Este preámbulo, un poco largo, para significar, -a propósito de los dos años de gobierno del presidente Juan Manuel Santos que se cumplen el próximo 7 de agosto-, que la administración del nieto de Enrique Santos Montejo, – hermano del expresidente Eduardo Santos-, se ha constituido en una verdadera caja de sorpresas. Cuando sonaba con fuerza el furibista presidente de Fedegán José Félix Lafourie como Ministro de Agricultura, se decidió por Juan Camilo Restrepo, cuya sola mención le produce urticaria al ex presidente Uribe. Cuando pensamos que sus acérrimos opositores serían los verdes, las corrientes liberales y de izquierda democrática, la verdad es que la piedra en el zapato de este gobierno la ha constituido su antecesor, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, cabeza visible del Partido de la U, el mismo a nombre del cual se inscribió.
Cuando se creía que las relaciones con Venezuela y Ecuador se iban a poner color de hormiga, al punto de que ya muchos oficiales retirados desempolvaban sus viejos rifles para la eventual confrontación bélica con los dos países hermanos, a los pocos meses de su mandato Santos y Chávez se declaran los “dos nuevos mejores amigos” y las relaciones con Rafael Correa salen del congelador en que estaban. Cuando los empleados públicos esperábamos que no hubiese incremento salarial significativo durante el cuatrienio, – recuérdese sus famosos “ajustes del cinturón” en calidad de Ministro de Hacienda, en el gobierno de Andrés Pastrana-, este año por primera vez durante mucho tiempo se produjo un reajuste salarial que superó levemente la inflación causada en el año anterior.
Cuando el movimiento universitario tenía la plena convicción de que estaba ante un gobierno autoritario que impondría con sus mayorías aplastantes en el Congreso la reforma a la Ley 30 de 1992 que regula la Educación Superior, acepta archivar el proyecto en el Congreso y concertar con estudiantes, profesores y rectores universitarios una nueva iniciativa. Cuando todos daban por descontado que asumiría una postura más implorante con los Estados Unidos que la de su antecesor para la firma del Tratado de Libre Comercio, le habla fuerte al coloso del norte y le dice a Obama que si en corto tiempo eso no sucedía, desistiría definitivamente de ese propósito y dedicaría los esfuerzos a consolidar el comercio con Canadá, Brasil, la Unión Europea, los países asiáticos o los mismos países Latinoaméricanos. Cuando se pronosticaba que, como Uribe, le seguiría sacando el cuerpo a los desplazados y a las víctimas del conflicto interno, se la jugó toda por la expedición de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que a pesar de algunas críticas recibidas se puede constituir en una pieza clave del proceso de paz en Colombia. Y las sorpresas siguen cuando el presidente que más golpes certeros le ha dado al corazón de las FARC –caídas del Mono Jojoy y Alfonso Cano-, es puesto ahora en el banquillo de los acusados por descuidar el “huevito de la seguridad” y como en consecuencia, sus índices de favorabilidad en la opinión pública se desploman. Todo lo anterior lo que comprueba es que este es un país de profunda influencia mediática. Los medios pueden fabricar ídolos de barro o líderes decadentes. De manera paradójica, a Santos en la presidencia le sucede algo similar a lo de Petro en Bogotá: grupos muy influyentes en los medios, les cobran caro cualquier desliz, pero callan o minimizan de manera perversa sus buenas ejecutorias. Es nada más, ni nada menos que sectores del quinto poder, abusando de su poder.
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