Por José Félix Lafaurie Rivera
Desconcierta la fractura entre la “verdad real” y la “verdad procesal” de la Justicia Transicional. Aterran sus métodos que convirtieron a delincuentes en “acusadores de oficio”.
Inquietan sus fallos cargados de generalizaciones, omisiones y graves sesgos políticos. Los verdugos de ayer, hoy son las víctimas y prima su “verdad vindicativa” a cambio de rebaja de penas.
Es la impresión que deja el reciente auto de uno de los tribunales conocedores de los procesos de “Justicia y Paz”. ¿Acaso la re-victimización de la sociedad y la criminalización de las instituciones, permitirán nuestro reencuentro como nación? No lo creo. Lamentablemente es lo que se desprende del boletín con el cual se anuncia el fallo.
Hace siete años lo advertí y hoy asistimos a las gravísimas implicaciones de politizar la Justicia Transicional. Sus fallos nos dicen que los “señores de la guerra” seguirán enlodando la honra de cuanto colombiano se atraviese en su camino.
Pero, además, la propia justicia está desconociendo circunstancias de tiempo, modo y lugar que determinaron la victimización de la ruralidad.
Negar que la hoguera de la violencia se prendió con la precariedad del Estado, es tanto como obviar que las Farc crecieron a su amparo para sembrar terror entre la población indefensa y erigir la extorsión, el homicidio, el secuestro y el narcotráfico a niveles industriales.
Verdades incontrovertibles que la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín calla sin justificación, advirtiendo sus inclinaciones políticas y su grave falta de criminalizar sectores que, como el ganadero, han sido víctimas. Siempre lo he dicho, al campo le han faltado amigos y ha tenido muchos enemigos por acción y omisión.
Una máxima que aplica a las fuerzas armadas, que habiendo dejado todo en batalla, son dolientes de una campaña de desprestigio, mientras los genocidas se regodean en La Habana.
Una mano oscura que se ha extendido sobre personalidades como el expresidente Álvaro Uribe, cuyo gobierno sometió al paramilitarismo, en un contrasentido frente a las imputaciones.
Un día caerá la venda de la crueldad de las Farc y las víctimas volverán sobre sus derechos. Entre tanto, callar no es una opción. Toda nuestra solidaridad a Luis Alfredo Ramos y a Óscar Arboleda. Sabemos de su rectitud.