“París bien vale una misa”, exclamó cínicamente Enrique IV, cuando se convirtió al catolicismo para ceñirse a la corona de Francia. Y para cínicos desvergonzados, Petro, para quien la presidencia bien vale hasta una alianza con delincuentes. Y así, anda haciendo promesas imposibles y firmando compromisos temerarios.
Dónde firmo y les prometo “perdón social” a narcotraficantes asesinos a cambio de votos conseguidos con las armas y de dinero a raudales, promesa que sí cumpliría, como hizo Chávez, su mentor, porque “la platica” por bolsadas no sobra.
Dónde firmo y se reinician negociaciones con el ELN, y hasta con las disidencias, a cambio de los votos “libres” de Cauca, Nariño, Arauca y Catatumbo, votos manchados de indignidad y de sangre; y si hay que firmar más acuerdos para “una paz estable y duradera”, pues se firman.
Dónde le firmo a FECODE y los maestros nunca serán evaluados y se imprimirán billetes por montones para la educación pública, sin importar que sus estudiantes se rajen frente a estándares internacionales. ¡Ah! y habrá preescolar gratuito y universal por tres años, la promesa de quien iba a construir 1.000 jardines infantiles en Bogotá y no construyó ninguno.
Dónde les firmo a los ambientalistas extremos por sus votos, y se suspenderá la exploración petrolera y se ahogará con impuestos la minería, porque la transición energética se hará en cuatro años y ya no necesitaremos la renta petrolera, pues Colombia se industrializará y producirá sus alimentos, para lo cual se “democratizará” la tierra, empezando por la del expresidente Uribe -esa no es promesa, es amenaza; una costosa firma en blanco que nos devolverá a niveles de desarrollo del siglo pasado.
Y la más reciente. Para hacerse a los votos de los animalistas extremos con representación en el Congreso, Petro firmó compromisos para garantizar la “protección de los animales no humanos y la defensa de sus intereses”, incluyendo la prohibición de toda actividad cultural que utilice animales, sin pausa ni transición, y sin importar lo que les suceda a los humanos que viven de ellas.
Estos animalistas extremos, que consideran “genocidio” el sacrificio de animales para la alimentación humana, pretenden prohibir también las exportaciones en pie, en contra de la legislación sanitaria internacional, de los tratados comerciales suscritos y del derecho a la libre empresa, algo en que no ayuda nuestra increíble Corte Constitucional, que favorece el aborto y el suicidio asistido de humanos, mientras protege los derechos ¡de un pescado!
El objetivo es acabar con la ganadería, sin tener en cuenta su importancia para la seguridad alimentaria del mundo y desconociendo, como anunció la FAO, que la mitad de los pobres rurales del mundo subsiste gracias a la ganadería.
Pero nada de eso importa cuando “un voto bien vale una promesa autenticada”. ¿Dónde firmo?