Los sistemas de gobierno en todo el mundo y en todas las épocas han operado en tierra movediza, no han encontrado la fórmula que resuelva, en forma definitiva, los problemas de la humanidad.
Grecia, un nicho de filósofos, matemáticos y moralistas, que sentaron las bases de lo que hoy llamamos democracia, no encontró el algoritmo para construir un modelo de gobierno equitativo para siempre. Sumeria, Babilonia y Persia, que idearon tantas cosas, no lograron edificar un proyecto de justicia social perenne ni para ellos ni para el resto de la humanidad. Roma que por más de un milenio ensayó la monarquía, la república y el imperio, tampoco pudo. Egipto, más de cinco mil años a. C con sus florecientes dinastías en muchas actividades, hoy es un pueblo fallido.
La Europa monárquica dentro del oscurantismo político-religioso, no pudo encontrar el camino para solventar a los millones de parias de su región. Aunque en esas calendas nadie hablaba de ideologías, todas estas formas de gobierno eran de derecha, esta ha sido la franquicia de la organización política utilizada siempre para gobernar.
El libre mercado, desde los fenicios, también ha fracasado.
Hoy, dos mil millones de personas viven en miseria. Rusia, con la revolución bolchevique hace cien años, planteó un modelo económico-político que buscara el equilibrio entre ricos y pobres, pero también sucumbió setenta años después. No hemos podido encontrar el camino para gobernar con justicia y equidad y las guerras han sido el denominador común. América Latina, por su parte, por doscientos años ha seguido los esquemas excluyentes de la vieja Europa, con relativa democracia, acompañada a veces de regímenes militares fascistas, violadores de libertades que algunos han confundido con el progreso.
En los últimos quince años, ante la confusión ideológica, el columpio político se balanceó hacia la izquierda pero con resultados poco halagüeños, excepción hecha por Ecuador, Bolivia y Chile, todo se vino a pique. Cuba escapó de la asfixia de una colonia-bar gringa hacia una supuesta sociedad socialista pero fue sitiada económicamente; sin embargo, dejó avances sociales importantes que nadie podrá negar. No podríamos decir que hoy exista un giro hacia la derecha, si nunca hemos salido de allí; han recuperado algunas posiciones.
Lo de Trump no es nada excepcional, en los EE.UU el gringo promedio piensa como John Wayne, como vaquero; es chovinista, xenófobo y racista y defiende intereses económicos; para los del sur, la guerra de secesión no ha terminado; Trump es tan pistolero como Reagan y los Bush. Su triunfo podría interpretarse como una decadencia de la democracia de ese país, una especie de moda o recalentamiento o confusión social como antes ocurrió en la Alemania nazi, en la fascista Italia de Mussolini, en la Filipinas de Duterte, en la Turquía de Erdogán, en la Colombia de Uribe, en la Venezuela chavista.
Ante la desesperación la gente busca alinderamientos sin saber que puede encontrarse una caja de Pandora; la humanidad tiene lunas, periodos de zombis que le han costado caro. Entonces, ¿qué pensar y hacer?
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