Es claro para el país que la primera dama, Verónica Alcocer, ya no aparece en eventos oficiales. De ella poco se sabe e inclusive, en la COP16 que se desarrolla en Cali, tampoco se le ha visto. ¿Qué estará pasando?
Alcocer brilla por su ausencia desde un hecho que parece haber sido definitivo: el viaje de su esposo, Gustavo Petro, a Ciudad de Panamá, donde se le vio en varias imágenes recorriendo sus calles sosteniendo las manos de una persona que no era ella precisamente. No se han explorado mucho desde el periodismo estos hechos por razones, quiero creer, que obedecen al respeto por la privacidad del presidente, pero efectivamente desde ese momento, cuando se hicieron públicas las imágenes, las cosas en ese matrimonio se complicaron. Como, dicho sea de paso, se le ha complicado la vida a los Petro.
De Verónica se ha dicho mucho, se le atribuyen también romances extramaritales, pero lo cierto es que la primera dama ha generado críticas y mucho desgaste al gobierno. Se dice que derrocha recursos públicos, que sus viajes le han costado una millonada a Colombia, que se pavonea por las mejores boutiques del mundo, a la mejor usanza de la izquierda progresista: crean pobreza para subyugar, pero quienes gobiernan y sus familias, viven en la opulencia a gracias al erario. A sus hijos les gritan “Fuera Petro” en todas partes, no hay sitio en el que puedan esconderse. Han salido del país diciendo que en sus colegios les hacen bullying y se enfrentan a la gente que los increpa y maltrata en las calles. No pueden estar tranquilos, no pueden disfrutar de nuestra platica a plenitud. Todas estas cosas deben tener a Verónica muy pensativa, puede que hasta dudando de que el sueño de la presidencia de la república haya terminado en entredicho, al ponerlos, a ella y la familia, en posiciones terriblemente incómodas.
De Alcocer se ha dicho también que tiene una nómina a su servicio: maquilladores, entrenadores personales, amigas que ahora viven del Estado y viajan con ella por todo el mundo. A Petro no le debe quedar otra que apoyar todo eso para tenerla cerquita, controlada y sin que ella le genere dificultades en caso de que ese matrimonio termine mal y ella cuente lo que sabe; el gobierno se derrumbaría. Petro prefiere mantenerle el nivel de vida que ella exige para seguir “a su lado”. Sabemos que no están bien y el rol que han cumplido ambos, como presidente y primera dama respectivamente, son desastrosos, no podrían describirse con adjetivos diferentes a corruptos, ineptos, resentidos.
Lástima que una familia se vea afectada de tal manera por el poder. Pero en aras de la verdad, es una consecuencia lógica cuando se gobierna. Jamás a uno lo querrá todo el mundo, pero sí podría ser la mayoría. Pero en este caso, ni fu ni fa. Cuentan con el mismo 27 % de apoyo de siempre, con el que Petro ha ganado elecciones. Y enfrentarse a casi el 70 % es lo que permite que, en todas partes, se encuentren con personas que los incomodan con gritos y comentarios pesados. No es justo, pero es. Los días en que Alcocer viajaba por el país bailando y tomando aguardiente con la gente parecen haber terminado, la gestión suya, la de su esposo y la de sus secuaces, hoy le impide hacerlo.
Mientras tanto, ECOPETROL vale hoy menos de la mitad de lo que valía cuando Petro asumió la presidencia. En estos 26 meses ha dejado a la “gallinita de los huevos de oro” famélica y con altísimos niveles de desnutrición. Los proyectos de ley del gobierno, aprobados en el Congreso, han endeudado al país como sólo Juan Manuel Santos supo hacerlo, el recaudo de impuestos cayó y la gente llena aviones en El Dorado día tras día, buscando mejor suerte en otra parte. El proyecto de izquierda progresista avanza y despliega, con toda su fuerza, las dinámicas de creación de pobreza y miseria que requiere para seguir gobernando. Ignorancia, resentimiento y opresión, sus máximas, son alimentadas por bodegueros violentos que detestan madrugar a estudiar y trabajar.
Colombia se sigue desmoronando ante nuestros ojos, ya ni siquiera Alcocer sale a bailar…
Por: Jorge Eduardo Ávila.